Luis Hidalgo y Carpio nació en la ciudad de Puebla el 18 de
marzo de 1818. Fue hijo de don Joaquín Hidalgo y doña
Juana Carpio, quienes vivían en una posición económica muy desfavorable. A temprana edad perdió a su padre, por
lo que correspondió a su madre velar por sus estudios.
Además de que nuestro biografiado fue padre de una
numerosa familia, habida en tres matrimonios, adoptó a una
niña huérfana de padre y madre, hija de un amigo suyo,
médico, que falleció de tifo.
A decir de Lázaro Ortega, miembro de la Sociedad
Médica de Beneficencia, don Luis Hidalgo y Carpio era una
persona delgada, de estatura regular, algo encorvado, moreno, de frente despejada, de ojos vivos, mirada penetrante
e invariablemente con una ligera sonrisa que asomaba a sus
labios, además de afable y agradable en su trato, captando
el cariño de los que lo rodeaban.
En lo concerniente a su formación, Luis Hidalgo y Carpio
realizó sus estudios elementales en su ciudad natal, donde
también asistió al Seminario Conciliar. En 1838 se inscribió
al Colegio de Medicina de la ciudad de México, denominado
inicialmente Establecimiento de Ciencias Médicas, realizando sus prácticas clínicas en el Hospital de San Andrés. En
1839 estudió botánica y el 25 de septiembre de 1843 se tituló
de médico cirujano.
Hidalgo y Carpio fue de las primeras generaciones educadas bajo la reforma educativa emprendida por el médico
liberal y vicepresidente de la República Valentín Gómez
Farías, quien por medio del decreto del 23 de octubre de 1833
fusionó las carreras de medicina y cirugía en un solo programa
de estudios, basado en la escuela médica francesa.
No
obstante que el plan de estudios parecía completo y suficiente
para formar buenos médicos, el periodo de estudiante de Luis
Hidalgo y Carpio fue complicado, pues dificultades de todo
género obstaculizaban su carrera. Para empezar, la institución no contaba con un domicilio definitivo, de ahí que los
alumnos deambularan de un inmueble a otro acondicionando
aulas y laboratorios, lo que generó de alguna manera cierta
inestabilidad en el ambiente colegial. De tal forma, nuestro
biografiado cursó sus estudios en tres edificios: inicialmente
en el de Belén, a partir de 1836 en el exconvento del Espíritu
Santo y desde 1840 en el Colegio de San Ildefonso.
Además de esa situación, es necesario apuntar que
Hidalgo y Carpio estudió en una etapa de transición entre el
antiguo sistema educativo y la medicina moderna que planteaba el modelo biológico-lesional de la enfermedad. Pese a
todo, don Luis salió adelante, cultivando diversas trayectorias: como clínico para brindar asistencia a los enfermos,
como médico legista, docente y editor.
Dado su empeño y dedicación, Hidalgo y Carpio se
incorporó al Consejo Superior de Salubridad e ingresó a
múltiples sociedades académicas de la ciudad de México,
Puebla, Mérida, Toluca y Guanajuato.
Fue uno de los socios
más dinámicos en la Sociedad Médica de México, antecedente de la Academia de Medicina, ubicada en una sección
de la Escuela de Medicina, desempeñándose como editor de
su periódico, tesorero y presidente durante el año de 1867.
La Escuela de Medicina también se vio asistida por
Hidalgo y Carpio, quien se integró a la planilla docente en
1843. Dos años después ingresó al Cuerpo Médico Militar
como cirujano del ejército y en 1846 fue nombrado profesor
del Hospital Militar de Instrucción. En 1847 se unió a las
fuerzas armadas para combatir al ejército norteamericano.
Al finalizar la guerra, se conformó un hospital de sangre en
San Hipólito, donde Hidalgo y Carpio prestó sus servicios y
alcanzó el cargo de jefe del Cuerpo Médico Militar, por
ausencia del médico Pedro Van-der-Linden, fundador de
dicho nosocomio. Tras cinco años de trabajo, se apartó de
la carrera militar el 10 de octubre de 1850, año en el que
obtenía una ovación más en su carrera: el nombramiento de
director del Hospital de San Pablo, adonde fueron trasladados los enfermos del provisional Hospital de San Hipólito.4
En marzo de 1869 lo asignaron adjunto a la comisión
responsable de formular el Código Penal, y dado su brillante
desempeño presidió esa delegación a partir del mes de
diciembre. No obstante su desacuerdo por trabajar como
político,
Luis Hidalgo y Carpio fue regidor, puesto en el que
lucho por el incremento de las rentas municipales.
Hidalgo y Carpio falleció en la ciudad de México el 12 de
mayo de 1879.
La velada fúnebre se celebró en el salón de
actos de la Academia de Medicina, contando con la asistencia del licenciado Protasio Tagle, ministro de Justicia e
Instrucción Pública; el doctor Rafael Lavista, vicepresidente
de la Academia de Medicina de México; el doctor Francisco
Ortega del Villar, director de la Escuela Nacional de Medicina; el doctor Ildefonso Velasco, representante del Consejo
Superior de Salubridad; y delegados de diversas asociaciones académicas, entre muchos otros.
El presente apartado señala el marco donde se desarrolló la
actividad profesional de nuestro biografiado, quien se introdujo al ámbito médico cuando aún era muy joven. Ingresó a
la primera Academia de Medicina poco antes de finalizar sus
estudios, conquistando gradualmente un lugar dentro del
docto gremio médico, que en realidad no era tan amplio.
Para ese entonces se conformaron y consolidaron diversas instituciones médicas; el 4 de enero de 1841 se funda el
Consejo Superior de Salubridad, con el propósito de regular
la normatividad de la medicina y cuya tarea principal es la
elaboración de un código sanitario a nivel nacional, cuyo
principal objetivo consistía en impedir la propagación de las
enfermedades contagiosas y atender las necesidades del
momento en materia de salud pública. Por su parte, el 24 de
enero de 1842, el Colegio de Medicina modificaba su denominación a Escuela de Medicina y el 18 de agosto de 1843
a Escuela Nacional de Medicina, con lo que reafirmaba no
solo su carácter docente sino también su primacía sobre las
demás profesiones sanitarias.
En lo que atañe a los hospitales, por los años cuarenta
funcionaban varios en la ciudad de México con fines asistenciales, docentes y de investigación; de carácter general fueron
los de San Andrés y el de Jesús, siendo el primero el de mayor
trascendencia. Le siguieron los de San Lázaro, San Hipólito y
el del Divino Salvador, el primero especializado en lepra y los
dos últimos en enfermedades mentales; en todos, los médicos realizaban observaciones de casos que les permitían
emprender estudios particulares. En 1847 se suma un nosocomio más, el Hospital de San Pablo, conocido a partir de
1872 como Hospital Juárez, donde además del auxilio a los
enfermos, se realizó investigación clínica. La institución fue un
hospital de sangre destinado a la asistencia de leprosos,
tifosos, heridos, lesionados y presos enfermos, por lo que
para nuestro médico legista fue el lugar idóneo para trabajar,
demostrando que no fue casual que fungiera como titular del
nosocomio por un periodo de 24 años a partir de 1850.
Luis Hidalgo y Carpio vive una época en la que se gesta
una serie de avances tanto en el campo de la cirugía, en
progreso ascendente, como en el de la medicina, donde se
introducía el concepto anatomopatológico (el cual establecía
que la enfermedad se localizaba en un determinado sitio del
organismo y que se descubría a través de los síntomas y los
signos) y el uso de métodos diagnósticos como la percusión,
la palpación y la auscultación, puestos en práctica inicialmente por el clínico Miguel Francisco Jiménez.El 19 de noviembre de 1850, Hidalgo y Carpio fue
nombrado miembro del Consejo Superior de Salubridad.
Durante los 11 años que estuvo adscrito a dicho organismo,
la materia de sus trabajos se orientó hacia la salud pública
y el saneamiento del medio ambiente; en particular, estudió
los albañales, los panteones (propone crear uno general) y
las incongruencias de vacunar a los niños al momento de
bautizarlos, entre otros temas. Asimismo, planteó la idea de
crear un premio para la persona que descubriera la etiología
de la viruela en México, para lo cual contó con el apoyo del
Ayuntamiento.
En 1856 presentó, junto con el médico José
María Reyes, las bases para la elaboración de una estadística nacional, al proponer la creación de un registro civil, que
sabemos se llevó a cabo tres años después en el marco de
las Leyes de Reforma expedidas por el presidente Juárez.
Por otra parte, ese ambiente innovador que vivía nuestro
biografiado requería organismos donde los especialistas del
saber discutieran, analizaran y reflexionaran los postulados
de su ciencia y se actualizaran de lo sucedido en el extranjero, de ahí la creación de múltiples sociedades científicas,
entre ellas la Sociedad Médica de Emulación, la Sociedad
Filoiátrica, la Asociación Médico Quirúrgica Larrey, la Asociación Médica Pedro Escobedo, la Sociedad Farmacéutica
Mexicana, la Sociedad de Beneficencia Médica, la Asociación Humboldt y la Sociedad Mexicana de Geografía y
Estadística, además de la Academia de Medicina, que
analizaremos adelante. Luis Hidalgo y Carpio perteneció a la
mayoría de ellas.
El 18 de junio de 1842, cuando don Luis aún era estudiante, fue admitido como socio de número a la Academia de
Medicina, momento en el que empezó a mostrar evidencias
de la asiduidad que siempre desplegó, de ahí que desde ese
año entregara 12 trabajos para publicarlos en el Periódico de
la Academia de Medicina de México, que salió a la luz en 1843,
figurando entre los autores que pertenecían a la comunidad
científica. Entre los socios fundadores de esta Academia vale
la pena mencionar a Leopoldo Río de la Loza, Casimiro
Liceaga, Pedro Escobedo, Miguel Francisco Jiménez, Rafael
Lucio, Mariano Ortega, Manuel Carpio y Agustín Andrade.
Recuérdese que esta Academia, fundada en 1836, fue de
breve existencia, no obstante el interés que reflejaron sus
socios; en 1851 se inauguró una segunda academia médica,
aunque también con una vida efímera. Fue hasta 1864
cuando el organismo definitivo inició sus actividades.
Como docente, Hidalgo y Carpio desempeñó un papel
significativo; ingresó como adjunto a la Escuela Nacional de
Medicina el 6 de octubre de 1843, al mes siguiente de
haberse titulado, y en diciembre de ese mismo año recibió el
nombramiento de Secretario. En esta institución impartió
varias asignaturas: patología interna, farmacología, fisiología, clínica externa y medicina legal, especialidad que cultivó
durante muchos años de su vida. Nuestro biografiado incursionó en esta especialidad el año 1845, cuando el doctor
Casimiro Liceaga, director del Establecimiento de Ciencias
Médicas a partir de 1833, solicitó una licencia para ausentarse de la cátedra de medicina legal, designando a Hidalgo y
Carpio para sustituirlo temporalmente. Años después, en
1868, don Luis regresó a la cátedra cuando falleció el doctor
José Ignacio Durán, entonces titular de la materia. Nuestro
biografiado impartió la asignatura durante seis años, pero
renunció por existir diferencias ideológicas con la institución; Era de firmes creencias religiosas, por lo que
discrepaba con la ratificación de las Leyes de Reforma
durante el gobierno de don Sebastián Lerdo de Tejada. Sin
duda alguna, este hecho representó una gran pérdida para
la escuela médica, dado que se trataba de un verdadero
especialista en la materia.
MEDICINA LEGAL
Una faceta muy importante de Luis
Hidalgo y Carpio, la que le dió más renombre dentro de la
comunidad académica, fue la de médico legista, no obstante
ser una especialidad un tanto relegada por los facultativos.
Su ejercicio como cirujano militar y sus estudios en el
Hospital de San Pablo, le proveyeron oportunidades para realizar actividades en este ámbito. Siempre partió de la
observación clínica y posteriormente llegó a las especulaciones de la ciencia, trabajando al lado de otros médicos
legistas, entre ellos Casimiro Liceaga, José Ignacio Durán,
Agustín Andrade y Gabriel Ruiz Sandoval.
En 1856, Luis Hidalgo y Carpio publicó un trabajo sobre
clasificación de heridas y la vigencia que aún tenía el auto de
heridores expedido en 1765, con el que en ese momento
concordaba; ocho años después reflexionó y confesó públicamente su error, corrigiendo su planteamiento, por lo cual
demandaba que no se exigiera a los facultativos la esencia
y explicación de las heridas desde la primera curación sino
a posteriori; de igual manera, pedía que se separase la
responsabilidad criminal de la responsabilidad civil de los
heridores y que la ciencia no se pusiese al servicio del
culpable.
Inicialmente Hidalgo y Carpio señaló que no debía
responsabilizarse al heridor el tiempo que no trabajara el
herido, pero finalmente modificó este planteamiento. Todos
sus postulados e ideas los difundió a través de su gran obra
intitulada Introducción al estudio de la medicina legal, editada en 1869 y utilizada como libro de texto en la Escuela
Nacional de Medicina. En la publicación, el autor lamenta
que la ley del 5 de enero de 1857 no hubiera cambiado la
desprestigiada situación del médico perito, ni obviado los
inconvenientes de la antigua clasificación, pues en su momento no existía arreglo alguno entre médicos y jueces.
El texto citado fue un preliminar a la magna obra que
Hidalgo y Carpio escribió en 1877, el Compendio de medicina legal, utilizado para apoyar la asignatura del mismo
nombre a partir del siguiente año, no obstante que para esas
fechas ya había renunciado a sus tareas docentes. Es
significativo que este compendio, cuyo fin consistía en llenar
el vacío en la bibliografía nacional, también fuera usado
como libro de texto en la Escuela de Jurisprudencia de la
ciudad de México y en el Instituto Literario de Toluca.
En la
obra, Hidalgo y Carpio señalaba: “si logramos con este
Compendio que los médicos y los jueces vean bajo un mismo
punto de vista dichas cuestiones (de medicina y legislación),
y profesen las mismas doctrinas, habremos alcanzado nuestro mayor deseo…”,de ahí que la obra comprendiera dos
secciones, la medicina legal y la jurisprudencia médica.
Un hecho más que advierte la erudición de nuestro
médico legisla es que fue el autor de la doctrina médica
contenida en el Código Penal Mexicano promulgado por
Benito Juárez el año 1871, logrando que se aceptara que “el
médico que asiste a un herido no ha de basar su juicio en las
eventualidades y dudas de un pronóstico; sino que calificando después de haber observado, tiene datos bastantes para
ilustrar a la justicia con una opinión fundada en la observación de cada caso”.
En este mismo orden de ideas, Hidalgo y Carpio hizo
referencia a la ética que deben observar los médicos, en
particular al secreto profesional. Señalaba que vivían en una
sociedad donde las leyes obligaban al facultativo a ser
revelador ante la autoridad de los secretos adquiridos en el
ejercicio de la profesión. Se daba el caso en que muchos
médicos, por no oponerse a la ley que les obligaba a delatar
un caso de herida, evadían la situación y se negaban a asistir
al herido, lo cual era incorrecto.
Nuestro biografiado se
oponía a estas disposiciones, argumentando que “por fortuna está en la conciencia de los médicos de México guardar
todos los secretos, y ni el permiso que les da la ley, ni su
mandato expreso, harán que desciendan de la dignidad a
que los ha elevado su ministerio, para arrastrarse por el
suelo confundidos con los delatores de oficio que el vulgo
apellida con un epíteto enérgico y degradante.” Hidalgo y
Carpio inculcó todas estas ideas a sus educandos y logró su
reconocimiento.
Asimismo, Hidalgo y Carpio externó su punto de vista
sobre el papel que el médico debía desempeñar en la sociedad. A través de sus reflexiones, publicadas en el Periódico de
la Sociedad Filoiátrica, pretendía crear médicos-modelo con
cada uno de sus discípulos. Para su ejercicio profesional, les
aconsejaba modestia, caridad y armonía con sus compañeros de trabajo; recomendaba que el médico tuviera una
religión en la que normar sus actos, puesto que él tenía una
inquebrantable fe en la verdad del catolicismo. En fin, don Luis
demostró su intenso interés por el humanismo de la medicina; trabajó en el hospital, en la cátedra, en sus escritos,
dejando trabajos originales e impulsando la jurisprudencia
médica nacional a través de tres instituciones: el Consejo
Superior de Salubridad, el Cuerpo Médico Militar y el Hospital
de San Pablo.
Descubrimientos
En lo tocante a su práctica profesional, sus contemporáneos señalan, en particular, Gustavo Ruiz y Sandoval, con
quien publicó un trabajo sobre toxicología y el Compendio de
medicina legal, que Hidalgo y Carpio siempre estuvo al tanto
de los descubrimientos científicos, juzgando con severidad
las nuevas ideas y aceptándolas hasta que les encontrara un
grado de posibilidad; agrega que ejerció con gran conciencia, obteniendo la mayor enseñanza de cada caso clínico.
Luis Hidalgo y Carpio participó activamente en la medicina de su tiempo dedicándose a la clínica y estudiando las
enfermedades endémicas del país. A él correspondió emitir
un dictamen donde diferenciaba el tifo o tabardillo de la fiebre
tifoidea.
Después de participar en innumerables debates
donde se analizaban casos clínicos particulares, nuestro
biografiado presentó historias de enfermos de tifo comparándolos con aquejados de fiebre tifoidea y mostró piezas
anatomopatológicas de una y otra enfermedad, llegando a la
conclusión, “casi unánimemente aceptada”, de la no identidad de estos dos males.
En el ámbito de la investigación, Hidalgo y Carpio realizó
trabajos sobre un “remedio secreto”, con los que en realidad
estaba en desacuerdo, pero al percatarse de los brillantes
resultados que se obtenían con el antivenéreo de un doctor
López en el tratamiento de la sífilis inveterada, analizó el
medicamento, comunicando a la sociedad médica su composición con el fin de que fuera utilizado con toda confianza.
En el marco de sus investigaciones químicas encontró el
hierro normal de la sangre bajo la forma de fosfato de
sexquióxido, con lo que elaboró un vino medicinal que
contenía esa sal, asociado con un tónico propio. Su fórmula
fue todo un éxito, pero lejos de lucrar con su hallazgo, reveló
públicamente su fórmula para luego incluirla en la Nueva
farmacopea mexicana.
Por su parte, la cirugía fue objeto de gran interés para
Luis Hidalgo y Carpio. En colaboración con Miguel Jiménez
y José B. de Villagrán, inició el estudio nacional sobre
derrames de pecho. A las observaciones de Hidalgo y Carpio
se debió el conocimiento de lo indispensable que es el
método revulsivo en el tratamiento de la pleuresía, por la
repetición y abundancia de los derrames cuando ese tratamiento no se usaba. Su buen juicio quirúrgico se advierte al
momento en que subrayó la gravedad de la desarticulación
escápulo-humeral y el método de oclusión de las heridas,
ambos casos llevados a Gaceta Médica de México.
El lugar donde Luis Hidalgo y Carpio ejerció ampliamente
la cirugía fue en el Hospital de San Pablo, donde realizó
estudios sobre las heridas de cabeza e infecciones purulentas. Describió con mucha exactitud los síntomas y la anatomía patológica. Según Flores, por los años 1868 y 1869,
mientras Hidalgo y Carpio impartía la cátedra de clínica
externa en el Hospital de San Pablo, se inoculó en un
antebrazo virus de la podredumbre de hospital para demostrar a sus alumnos que ésta no era contagiosa.8
Mientras estuvo al frente del Hospital de San Pablo,
Hidalgo y Carpio consagró mayor tiempo a los estudios
médico-quirúrgicos, pero después de 24 años de servicio y
asistencia diaria a los enfermos, nuestro biografiado se retiró
por motivos de salud; no podía continuar con dos actividades
muy demandantes: la dirección del hospital y su participación en la elaboración de la Nueva farmacopea mexicana.
El señor Francisco Patiño, miembro de la Sociedad
Farmacéutica Mexicana, afirmaba que a Hidalgo y Carpio se
debía en su mayor parte la publicación de la Nueva Farmacopea, es decir, el libro que debía regir a todos los farmacéuticos, consistente en la compilación, clasificación y análisis
de las plantas medicinales; asimismo, reunía interesantes
artículos sobre los recursos del país, las fórmulas de múltiples preparaciones eminentemente nacionales y un arancel
de los precios de las sustancias que debía servir de norma
a las boticas, de acuerdo con la disposición del Consejo de
Salubridad. Recuérdese que la Nueva farmacopea mexicana alcanzó varias ediciones durante la centuria decimonónica, en 1846, 1874, 1884 y 1896.9
A través de todas estas actividades, como clínico, legista
y docente, Hidalgo y Carpio participó en la esfera de lo
público enriqueciendo el área de la salud, dejando significativas aportaciones para la construcción del estado nacional.
Labor editorial de Luis Hidalgo y Carpio.
El origen de la Academia Nacional de Medicina, fundada
como un organismo encauzado al estudio e investigación de
la medicina, se encuentra en la Comisión Científica, Artística
y Literaria de México, conformada por un grupo de médicos,
farmacéuticos y veterinarios mexicanos y franceses que
sesionó inicialmente en la entonces Casa de Moneda. La
sexta sección de la Comisión fue la de ciencias médicas, que
se congregó por primera vez el 30 de abril de 1864. Al
siguiente año, el 30 de diciembre, se desvinculó de la
Comisión, denominándosele Sociedad Médica de México hasta 1874, en que se transformó en Academia de Medicina.
A partir del 31 de mayo de 1877 se le conoció como
Academia Nacional de Medicina, además de que el Gobierno
Federal le brindó apoyo económico.
Años después, el 9 de
enero de 1912, el presidente don Francisco I. Madero
declaró a la Academia, institución oficial y órgano consultivo
del gobierno. Hidalgo y Carpio fue miembro fundador de la sección de
medicina de la Comisión Científica; ulteriormente, cuando se
transformó en Sociedad Médica de México estuvo estrechamente vinculado a ella, presidiéndola el año 1867, además
de que de 1865 a 1879 se desempeñó como tesorero y de
1864 a 1870 como editor, recibiendo el nombramiento de
director de Gaceta Médica de México, órgano de difusión de
esa corporación.
Hidalgo y Carpio fue el tercer presidente de la hoy
Academia Nacional de Medicina; el primero fue el médico
francés Carlos Alberto Ehrmann (1864) y el segundo, Miguel
Francisco Jiménez (1865-1866). La mesa directiva de Hidalgo y Carpio quedó conformada por los siguientes médicos:
como vicepresidente, Miguel Francisco Jiménez, quien fue
sustituido por Manuel Carmona y Valle. Primer y segundo
secretarios, Aniceto Ortega y Lauro María Jiménez, respectivamente. Tesorero, el propio Hidalgo y Carpio. Como vocal,
Luis Garrone.
Respecto a la presidencia de nuestro biografiado, lamentablemente no hay documentación que nos
informe de lo acontecido. El expediente que resguarda la
biblioteca de la Academia Nacional de Medicina se integra
por escasos manuscritos que sobrevivieron a la destrucción
de archivos durante el terremoto que sufrió la ciudad de
México en 1985. Una segunda opción para conocer la
evolución del organismo citado es la propia Gaceta Médica
de México, que al final de cada volumen presenta las actas
de las sesiones celebradas durante el año académico, así
como el informe de trabajo de la mesa directiva saliente; sin
embargo, el volumen correspondiente al año en que Hidalgo
y Carpio fue presidente está incompleto, únicamente cubre
los meses de enero a junio de 1867, razón por la que no se
publicaron las actividades emprendidas por nuestro médico
forense, que debían haber aparecido en diciembre del año
referido.
Tal situación genera muchas interrogantes. ¿Por
qué no salieron a la luz esos números de Gaceta, precisamente cuando su editor presidía la Sociedad Médica de
México? Dos motivos pueden explicar la ausencia del periódico: el estado de salud de Hidalgo y Carpio, de constitución
débil y enfermiza, o bien, que concentró su tiempo a las
funciones propias de un presidente.
En cuanto al papel de Hidalgo y Carpio como tesorero de
la Academia Nacional de Medicina, sus actividades empezaron en 1865, durante la presidencia de Miguel Francisco
Jiménez, y terminaron en el año 1879, al fallecimiento de
nuestro biografiado, con la Academia dirigida por Eduardo
Liceaga. Durante esos 15 años al frente de las finanzas de
la Academia, solo en dos ocasiones Hidalgo y Carpio contó
con un colaborador: en 1867, cuando él era el presidente
denominó al doctor Luis Garrone como vocal, nombramiento
que no existió en otros años, y en 1879, poco antes de que
nuestro protagonista falleciera. El doctor Eduardo Liceaga designó también al doctor José María Lazo de la Vega como
tesorero, no obstante que desde 1878 este último médico ya
estaba al tanto de la economía de la institución.
En junio de
este año y como tesorero, Hidalgo y Carpio, desde el pueblo
de Mixcoac donde descansaba por su enfermedad, escribía
a Lazo de la Vega lo siguiente: “Yo me encuentro aliviado
aunque no del todo bueno, pues mi digestión intestinal aún
se resiente del alimento, aunque sea de dieta, y mis fuerzas
son todavía pocas. Por fortuna había yo hecho traer a este
pueblo los libros de la tesorería de la Academia para enviar
a la tesorería general la distribución del dinero por todo el
mes de mayo”.
Luis Hidalgo y Carpio dirigió los cuatro primeros volúmenes de Gaceta Médica de México y hasta el número 9 del
tomo V, correspondiente al 15 de junio de 1870, con una
periodicidad quincenal. El primer tomo abarca los años
1864-1865 y comprende 31 números.
El segundo, de 1866,
encierra 24 números. El tomo III, de 1867-1868 ampara 22
números, sobre los cuales es preciso hacer un señalamiento. Este tomo, que apareció un 15 de enero, como se
estilaba, suspendió su impresión el 1 de junio de 1867 y la
reanudó el 15 de julio de 1868; es decir, se publicó la primera
parte de 1867 y la segunda de 1868, justamente cuando
Hidalgo y Carpio fungía como titular del organismo académico en cuestión. Por su parte, el tomo IV, de 1869-1870 abriga
26 números, además de un apéndice.
Conviene indicar que
hasta el número 11 del tomo VI, fechado el 1 de junio de 1871
de la publicación que se analiza, el título es Gaceta Médica
de México, Periódico de la Sociedad de Medicina; a partir del
número 12 aparece como Gaceta Médica de México, Periódico de la Academia de Medicina y a partir del noveno tomo
de 1874 se intitula Gaceta Médica de México, Periódico de
la Academia de Medicina de México. En ocasiones, los
artículos originales aparecen acompañados de bellas litografías que complementan la información y en algunas
páginas de la publicación figuran retratos de los médicos
más destacados del momento.
En las páginas de Gaceta Médica de México, Luis
Hidalgo y Carpio escribió infatigablemente, publicó un total
de 54 trabajos, distribuidos entre el primer tomo y el XIV,
editado en 1879, año en que falleció. Entre ellos vale la pena
citar “Clasificación médico legal de las heridas”, “Heridas de
cráneo”, “Anatomía patológica”, “Tabardillo en México”, “Desarticulación escápulo-humeral”, “Desarticulación coxo-femoral”, “Envenenamiento por el fósforo”, “Fiebre tifoidea”,
“Análisis químico legal de los venenos sólidos y líquidos”,
“Infección purulenta”, “Tratamiento del croup por inhalaciones de vapores húmedos de sulfuro de mercurio” y “Tumor
biliar operado con éxito por punción indirecta”. De igual
manera, las actas de la Academia, publicadas en Gaceta,
revelan la activa participación de nuestro biografiado, quien
también dejó comentarios y escritos en otros periódicos
médicos que abordan distintos temas.
Desafortunadamente y como se ha mencionado, Gaceta
Médica de México del año 1867 está incompleta, precisamente cuando Hidalgo y Carpio presidió la Sociedad, lo que
explica la carencia de datos referentes al devenir de dicho
organismo. Dos años después, el presidente de la Sociedad,
Rafael Lucio expresaba que muchas personas no tenían tiempo para escribir sus observaciones; pero la manifestación verbal de ellas, con sus detalles básicos, quedando
consignadas en las actas y la publicación de éstas contribuía
intensamente al adelanto de la medicina mexicana, puesto
que la experiencia había demostrado que el aislamiento de
los individuos era la causa de mayor atraso, mientras que la
continua comunicación con los demás conducía al adelanto
intelectual, de ahí la trascendencia de la publicación de todo
cuanto aconteciera en la corporación.
Conociendo las actividades que desarrollaba Luis Hidalgo y Carpio, enfocadas a la clínica, la medicina forense, la
docencia y la investigación, surge la pregunta, ¿por qué se
dedica a la edición de Gaceta Médica de México? Como él
mismo dice, para que ahí queden sus observaciones en
general y refiriéndose a una enfermedad en particular,
“…para servir de base a estudios posteriores que perfeccionen la historia de la piohemia; pero quedan ahí para pintar el
cuadro de la enfermedad; sus importantes variaciones; su
frecuencia relativa en el hospital de San Pablo, y la espantosa gravedad del mal”.
La función de Gaceta
Médica de México fue definitiva para caracterizar la época y
la comunidad científica que integró ese tiempo, una comunidad deseosa de saber, de actualizarse, de leer lo recién
sucedido o de difundir lo que acababa de descubrir. Gaceta
fue benéfica en su momento, su lectura permitió a la corporación médica actualizarse y tomar conciencia del momento
que vivía; hoy en día nos es útil para mirar el recorrido de la
medicina, las etapas por las que pasó y el desarrollo alcanzado. Su lectura es medio y fin; es un medio que nos permite
conocer ese pasado médico, una enfermedad en particular,
un descubrimiento, una biografía, una institución, etcétera,
o bien, un fin, es un tipo de fuente histórica que tiene mucho
para analizarle. En todo ello Hidalgo y Carpio tuvo un
importante desempeño.
Rodríguez-Pérez,M,E.(2008). Luis Hidalgo y Carpio, editor de Gaceta Médica de México.México D.F;Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México. Recuperado de (https://www.anmm.org.mx/GMM/2009/n2/75_vol_145_n2.pdf)
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