sábado, 5 de diciembre de 2020

El color de la muerte

 Se dijo que en la Ópera de París una noche de 1864, la emperatriz Eugenia llevaba un vestido tan impresionante  que llegó a los titulares de los periódicos a la mañana siguiente. 

Los vestido era tan  espectacularles con verde intenso, los colores que tenía eran lo suficientemente vivos como para permanecer inalterados por la luz del gas.








Pocodespués, el "verde de París" se convirtió en el color   de una alta sociedas, aparte de que se encontraban en sus prendas, sino también en sus paredes.

 La tendencia finalmente llegaría a la Inglaterra victoriana con un resultado muy triste.


El verde de París, también conocido como verde esmeralda, era uno de los muchos matices, incluido el verde de Scheele, el primero de su tipo, que acabaría con la vida de las personas en la época victoriana. El pigmento resplandeciente fue la creación de químicos que descubrieron que mezclar cobre con arsénico daba como resultado un tinte que era más brillante y duradero que otros verdes en el mercado.

Marie Curie, la científica polaca galardonada con dos premios Nobel por sus importantes contribuciones a la ciencia, descubrió en 1898 junto a su esposo un elemento nuevo extraído del uranio que tenía unas fascinantes propiedades curativas. Por este motivo, no tuvieron la menor duda de que sería beneficioso añadir el radio a la pasta de dientes, a los medicamentos e incluso al agua y la comida. Tal fue el impacto que tuvo en la sociedad de aquel entonces que, por su llamativo y brillante color verde, muchos diseñadores de joyas y de productos de belleza también se animaron a utilizarlo.

Por desgracia el color verde estaba compuesto fundamentalmente por arsénico, un potente veneno como así se advertía en los botes de tinte y pintura, -ya puedes adivinar que la historia no termino bien.



La gente pensó que el veneno no sería peligroso mientras no se ingiriese, pero lo cierto, es que la humedad del ambiente extrae el arsénico del tinte haciéndolo pasar en estado gaseoso, por lo que las familias completas morían asfixiadas

Como sabemos ahora, el arsénico es una sustancia altamente tóxica que causa lesiones cutáneas, vómitos, diarrea y, en algunos casos, cáncer. 

En el siglo XIX, sin embargo, era tan omnipresente como el plástico , y se abrió camino en los dulces, el papel, los juguetes y las medicinas; que se usara como tinte para ropa y accesorios era demasiado normal.

El enorme poder tóxico de estos verdes no se conoció hasta el año 1822, cuando se hizo pública la receta del arsénico. Para entonces, muchos trabajadores de las fábricas habían muerto a causa de envenamiento, al igual que las mujeres que portaban vestidos tintados con estos tonos. 

Incluso Napoléon, sobre el que se rumorea que en su muerte influyó el hecho de que las paredes de su dormitorio estuvieran tintadas con papel de color verde, pudo verse afectado. Algunas décadas después acabó siendo utilizado como insecticida, razón por la cual el verde sintético está considerado uno de los colores más peligroso aunque no tuviera el componente de radioactividad que sí tenía el radio.

viernes, 20 de noviembre de 2020

El Asesino de Sacramento


Russ Vorpagel era una leyenda en el FBI. Medía 1,93 metros, pesaba 119 kilos, había sido detective de homicidios en Milwaukee, tenía una licenciatura en derecho y era experto en crímenes sexuales y desactivación de bombas. Como coordinador de la Unidad de Ciencias de la Conducta del FBI en Sacramento, viajaba a lo largo y ancho de la Costa Oeste impartiendo clases sobre crímenes sexuales en los departamentos de la policía local. Gozaba de gran credibilidad para hacerlo, ya que los policías y sheriffs apreciaban sus extensos conocimientos.


Una mujer asesinada/ Primer asesinato 

Un lunes por la noche, el 23 de enero de 1978, aquella confianza que las policías locales tenían en Vorpagel hizo que recibiera una llamada desde una pequeña comisaría al norte de Sacramento. Se había producido un horrible asesinato en el que lo que se le había hecho a la víctima superaba con creces lo normal. 

Tras terminar el trabajo, sobre las seis de la tarde de aquel 23 de enero, David Wallin, de 24 años, conductor de furgoneta de lavandería, había vuelto a la modesta casa que tenía alquilada en los suburbios y halló a su mujer Terry, de 22 años y embarazada de tres meses, muerta en el dormitorio, con el abdomen acuchillado. Corrió gritando a casa de un vecino, que llamó a la policía. Wallin estaba tan alterado que, cuando las autoridades llegaron, no pudo decirles nada. El primer policía en entrar, un ayudante de sheriff, se quedó igualmente horrorizado. Mas tarde diría que la carnicería que vio le causó pesadillas durante meses.

En cuanto la policía vio la escena, llamaron a Russ y éste, a su vez, me llamó a mí a la Academia del FBI en Quantico. Aunque el asesinato me trastornó bastante, también despertó en mí un gran interés porque parecía que este caso permitiría el uso de las técnicas del perfil psicológico para atrapar a un asesino nada más iniciada su carrera homicida. La mayoría de casos que llegaban a la Unidad de Ciencias de la Conducta (UCC) eran antiguos. El de Sacramento, en cambio, era de lo más reciente.


Los periódicos del día siguiente informaron de que, al parecer, Terry Wallin había sido atacada en el salón de su casa cuando se disponía a sacar la basura. Había señales de una pelea que iban desde la puerta de entrada hasta el dormitorio y se encontraron dos casquillos de bala. 

La mujer fallecida llevaba una sudadera de tipo suéter y unos pantalones; la sudadera, el sujetador y los pantalones le habían sido arrancados y tenía el abdomen acuchillado. Los policías que estaban presentes en la escena del crimen dijeron a los periodistas que no podían determinar el motivo del crimen y que se había descartado el robo como móvil porque no había desaparecido nada.





De hecho, las circunstancias eran mucho peores, pero Russ me dijo que no se habían revelado al público para que no cundiera el pánico. Mucha gente cree que los policías son personas bastante duras y crueles a las que les gusta restregar la basura en la cara de los contribuyentes para que sepan a lo que tienen que enfrentarse cada día. 

Pues en este caso, no; algunos detalles no se difundieron con tal de ahorrarle al público agonía y miedo innecesarios.

Había también otra razón para no decirlo todo: se querían mantener ocultos determinados datos que sólo el asesino podía conocer, datos que más adelante podrían resultar útiles durante el interrogatorio de un sospechoso. Lo que el público no llegó a saber fue lo siguiente: la herida principal era un tajo que iba desde el tórax hasta el ombligo; de dicho corte salían trozos del intestino y se habían extirpado varios órganos internos. Algunas partes del cuerpo habían desaparecido. Había heridas punzantes en el pecho izquierdo de la víctima y parecía que el asesino removió un poco el cuchillo dentro de esas heridas.

 La víctima tenía heces animales introducidas en la boca. Al parecer, alguien había recolectado y bebido parte de la sangre de la víctima.


La policía local estaba horrorizada y desorientada. Russ Vorpagel también estaba alarmado porque, gracias a sus conocimientos sobre los homicidios sexuales, tenía claro —al igual que yo— que había que actuar deprisa, ya que existía un gran peligro de que el asesino de Terry Wallin volviera a matar. El alto nivel de violencia, reflejado en la terrorífica escena del crimen, lo hacía casi seguro. Un asesino así no se iba a conformar con un solo asesinato. Podría seguir toda una cadena de asesinatos. Estaba previsto que yo viajara a la Costa Oeste el lunes siguiente para dar una de nuestras clases itinerantes e hicimos arreglos para que pudiera llegar el viernes anterior (pero con el mismo coste para el contribuyente) y ayudar a Russ a analizareste crimen. Sería la primera vez que yo elaboraría un perfil in situ y me hacía ilusión. Sin embargo, Russ y yo estábamos tan convencidos de que el asesino volvería a matar que no aguardamos a que yo llegara, sino que ya nos pusimos a escribirnos por teletipo, y elaboré un perfil preliminar del probable agresor.

 Por aquel entonces, la confección de perfiles criminales era una ciencia (o arte) relativamente joven, una forma de deducir la descripción de un delincuente desconocido basándose en la evaluación de pequeños detalles de la escena del crimen, la víctima y otros indicios.

Éstas son las notas originales (y no gramaticalmente correctas del todo) que escribí para realizar el perfil preliminar del probable autor de este horrendo crimen:

Varón blanco, entre 25-27 años; delgado, de aspecto desnutrido. Su casa estará muy descuidada y desordenada y habrá pruebas del crimen en ella. Historial de enfermedad mental, consumo de drogas. Será un solitario que no se asocia con hombres ni mujeres, probablemente pasa mucho tiempo en casa, donde vive solo. Desempleado. Puede que perciba algún subsidio por discapacidad. Si convive con alguien, será con sus padres; pero es poco probable. Sin antecedentes militares; no ha terminado los estudios de bachillerato o de universidad. Probablemente sufre de una o varias formas de psicosis paranoide.

Tenía muchas razones para hacer esa descripción tan detallada del probable autor. Aunque las técnicas para elaborar un perfil todavía estaban en mantillas, habíamos revisado suficientes casos de asesinato como para saber que los homicidios sexuales —y éste encajaba en esta categoría, aunque no hubiera indicios de actos sexuales en la escena del crimen— normalmente son cosa de hombres y suelen ser intrarraciales, es decir, blancos contra blancos o negros contra negros. La mayoría de los asesinos sexuales son varones blancos de entre 20 y 39 años;este simple hecho nos permite eliminar grandes segmentos de lapoblación en la primera evaluación de la identidad del autor. 


¿Criminal desorganizado o asesino serial? 

Al tratarse de una zona residencial blanca, estaba todavía más seguro de que el asesino era un varón blanco.Después conjeturé siguiendo la línea divisoria que empezábamos a formular en la UCC, entre, por un lado, los asesinos que muestran cierta lógica en lo que hacen y, por otro, los asesinos cuyos procesos mentales, siguiendo las pautas normales,no son aparentemente lógicos. En otras palabras, los criminales«organizados» versus los «desorganizados». Cuando vi las fotos de la escena del crimen y los informes policiales, tuve claro que este crimen no lo había cometido un asesino «organizado» que acechaba a sus víctimas, perpetraba sus crímenes metódicamente y se esforzaba por no dejar pistas sobre su identidad. No,la escena del crimen indicaba claramente que se trataba de un asesino «desorganizado», alguien que tenía una enfermedad mental seria y totalmente desarrollada. Nadie se vuelve tan loco como el hombre que destrozó el cuerpo de Terry Wallin de un día para otro; hacen falta entre ocho y diez años para desarrollar una psicosis tan profunda como la que se expresó en este asesinato aparentemente sin sentido. La esquizofrenia paranoide suele manifestarse por primera vez en la adolescencia. 

Si suponemos, pues, que la enfermedad se inició a los 15 años y añadimos 10 más, entonces el asesino probablemente tenía alrededor de 25 años. No pensé que fuera mucho mayor por dos razones. Primero, la mayoría de los asesinos sexuales tienen menos de 35 años. Segundo, si ya tuviera alrededor de 30 años,su enfermedad habría sido tan fuerte que ya habría cometido una serie de asesinatos extraños no resueltos. No se había informado de nada tan salvaje como esto en ninguna localidad cercana y la ausencia de otros homicidios destacables apuntaba a que el asesinato de Terry Wallin era el primero cometido por este individuo, que probablemente no había quitado ninguna vida humana antes. El resto de los detalles sobre su aspecto físico eran la consecuencia lógica de mi conjetura de que era un esquizofrénico paranoide y de mis estudios de psicología. 

Pensaba, por ejemplo, que el asesino sería delgado. Me basé para ello en los estudios del Dr. Ernest Kretchmer de Alemania y el Dr. William Sheldon de la Universidad de Columbia, quienes estudiaron los biotipos. Los dos creían que había una alta correlación entre la constitución física y el temperamento. 

Según Kretchmer, los hombres de constitución delgada (los asténicos) tendían hacia las formas introvertidas de esquizofrenia; las categorías de Sheldon eran similares y pensé que, siguiendo su clasificación, el asesino sería ectomorfo. A los psicólogos actuales no les gustan estas teorías sobre biotipos y somatotipos —tienen más de 50 años— pero mi experiencia es que la mayoría de las veces resultan ser correctas, por lo menos cuando se pretende sugerir el tipo de constitución probable de un asesino en serie psicopático.

Así que ésas fueron mis razones para pensar que el asesino tenía que ser un tipo delgado, si no escuálido. Era pura lógica.

Los esquizofrénicos introvertidos no comen bien, no piensan en la nutrición y se saltan comidas. Tampoco prestan mucha atención a su aspecto y no les importa el aseo ni la elegancia. Nadie querría vivir con una persona así, por lo que el asesino tenía que ser soltero a la fuerza. Este razonamiento también me permitía postular que su vivienda estaría hecha un desastre y que no había estado en el ejército, ya que nunca habrían aceptado a una persona tan trastornada como recluta. Del mismo modo,no habría sido capaz de terminar sus estudios universitarios,aunque sí podía haber acabado el bachillerato antes de desmoronarse. Era un individuo introvertido con problemas que se remontaban a la pubescencia. Su empleo, si es que tenía uno,sería de baja categoría, quizá como conserje o barrendero; era demasiado introvertido incluso para realizar las tareas de repartidor. Lo más probable era que fuera un hombre solitario que vivía de un subsidio por discapacidad.

No incluí en el perfil todo lo que opinaba, pero sí creí que,si el asesino tenía coche, el vehículo también estaría hecho un desastre, con envases de comida rápida en la parte de atrás, óxido por todas partes y un aspecto parecido a lo que yo esperaba encontrar en su domicilio. También creí que probablemente vivía en la misma zona que la víctima porque debía estar demasiado trastornado como para desplazarse en coche, cometer un crimen tan horrendo y luego volver a casa con éxito. Muy probablemente se había desplazado andando. Conjeturé que había salido de una institución psiquiátrica recientemente, hacía no más de un año, y que su conducta violenta era el resultado de una larga escalada.

Russ llevó este perfil a varias comisarías de la zona y empezaron a recorrer las calles en busca de sospechosos. Varias docenas de policías fueron de puerta en puerta, hablaron con la gente por teléfono, etc. Los medios de comunicación dedicaron mucha atención al caso y se centraron en dos cuestiones: ¿quién había matado a esta mujer? y —todavía más enigmático— ¿por qué?

Recolección de indicios

A lo largo de las siguientes 48 horas más detalles del crimen fueron viendo la luz. Sacramento es la capital de California;Terry Wallin había sido funcionaria y tenía el día libre.

Aquella mañana de lunes, había hecho efectivo un talón en un centro comercial muy cercano a su domicilio y se especulaba con que el asesino la había observado y seguido a casa. La madre de Terry la había llamado a la una y media del mediodía y nadie había contestado; la oficina del forense decía que Terry había sido asesinada antes de aquella hora. Esta oficina también opinaba que algunas de las heridas punzantes le habían sido infligidas antes de su muerte, pero este dato no fue revelado al público. A través de los medios de comunicación, los investigadores encargados del caso hicieron correr la noticia de que el asesino probablemente se manchó la ropa de sangre y pidieron que, si alguien había visto a un hombre con sangre en la camisa, llamara a un número de teléfono especial.

Segundo homicidio

El jueves siguiente, la zona norte de Sacramento fue sacudida por la noticia de que se habían producido más asesinatos espeluznantes. Alrededor de las doce y media de la noche, un vecino descubrió tres cuerpos en una casa que estaba a menos de una milla de distancia de la de los Wallin. 




Los muertos eran Evelyn Miroth, de 36 años, su hijo Jason, de seis años, y Daniel J. Meredith, de 52 años, un amigo de la familia. Además, el sobrino de Evelyn, Michael Ferreira, de 22 meses, había desaparecido, supuestamente secuestrado por el asesino. Todos habían sido asesinados a disparos y a Evelyn Miroth la habían acuchiklado de un modo similar a Terry Wallin.


El asesino parecía haber cogido la ranchera roja de Meredith para escapar, vehícuko que fue encontrado abandonado cerca de la escena del crimen. Una vez más, no había motivo aparente para el crimen. Se informó de que la casa no había sido saqueada. Evelyn Miroth había sido la madre divorciada de tres hijos: uno vivía con su exmarido y el otro estaba en la escuela cuando la matanza tuvolugar.

Evelyn Miroth había hecho de canguro en el vecindario y muchos de los niños y sus madres la conocían bien; otros niños habían ido a la escuela con su hijo de seis años. Nadie podía imaginar por qué alguien había querido matarlos. Una vecina que se había llevado bien con ladifunta dijo a un periodista que tenía ganas de llorar, «pero también tengo miedo. Ha sido muy muy cerca». 

Las llaves del coche de Meredith y su cartera habían desaparecido. En cambio, Evelyn Miroth había sufrido un ataque aún peor que el de la primera víctima. Fue encontrada desnuda en el borde de una cama, con un disparo en la cabeza y dos cortes abdominales en forma de aspa por los que sus intestinos sobresalían. Sus órganos internos habían sido seccionados y su cuerpo presentaba múltiples heridas producidas con arma punzante, incluidos cortes en la cara y en la región anal. Una muestra indicó la presencia de una cantidad considerable de esperma en el ano.

 En el parque infantil en el que normalmente se quedaba el bebé cuando venía de visita se encontraron una almohada empapada de sangre y una bala. La bañera contenía agua de color rojo, así como tejido cerebral y heces. Parecía que alguien había bebido sangre allí. Otro dato importante era que la ranchera robada fue encontrada cerca, con la puerta abierta y las llaves todavía puestas. No había rastro del bebé, pero la policía estaba bastante segura por la cantidad de sangre hallada en el parque infantil de que ya no estaba vivo.

Un probable sospechoso

Utilizando esta información y teniendo presente que era un asunto urgente porque el asesino volvería a matar con toda seguridad y, además, lo haría pronto, ajusté el perfil que había elaborado hacía sólo un par de días. El vínculo sexual entre los crímenes había quedado más claro. Aumentaba el número de víctimas en una sola escena de crimen.  

Para entonces ya era sábado. La policía averiguó que Richard Trenton Chase vivía a menos de una manzana del coche abandonado, una milla al norte del club de campo y una milla al este del centro comercial. Vigilaron la zona alrededor de su domicilio y esperaron a que saliera. En ese momento, Chase sólo era uno de entre media docena de posibles sospechosos.

No contestó a las llamadas telefónicas y a última hora de la tarde los policías decidieron usar una estratagema para intentar que saliera. Sabían que el asesino poseía un revólver del calibre 22 y que no tenía reparos en matar, por lo que obraron con cautela. Un policía fue a ver al administrador de la finca, fingiendo que quería utilizar el teléfono, mientras el otro se alejó andando. Momentos más tarde, Chase apareció en la puerta de entrada de su casa con una caja bajo el brazo y empezó a correr hacia su furgoneta.

En cuanto echó a correr, los policías sabían que era el hombre que buscaban e intentaron atraparlo. Durante el forcejeo, un revólver cayó de la funda sobaquera que Chase llevaba.



Cuando ya lo tenían agarrado, intentó ocultar lo que tenía en el bolsillo trasero del pantalón: la cartera de Daniel Meredith. La caja que llevaba estaba llena de trapos ensangrentados. Cerca de su casa estaba aparcada su furgoneta, que tenía una docena de años y se encontraba en malas condiciones, con periódicos viejos, latas de cerveza, cartones de leche y trapos esparcidos en su interior. 

También había una caja de herramientas cerrada con llave y un cuchillo de carnicero de 30 centímetros,así como unas botas de caucho manchadas con lo que parecía ser sangre. 

En su domicilio —que estaba de lo más desordenado— se encontraron algunos collares de animales, tres licuado ras con sangre y artículos de periódico sobre el primer asesinato. Había ropa sucia esparcida por toda la casa, alguna ensangrentada. 

Utensilio de cocina

En el frigorífico había varios platos con trozos de cuerpos humanos y un contenedor con tejido cerebral humano. Un cajón de la cocina contenía varios cuchillos que provenían de la casa de los Wallin. En la pared había un calendario con la inscripción «Hoy» en las fechas en que se produjeron los asesinatos en casa de los Wallin y los Miroth-Meredith; la misma inscripción estaba en 44 fechas más, repartidas por todo el año 1978. ¿Habría cometido 44 asesinatos más? Afortunadamente, nunca lo sabremos.

La policía sintió un gran alivio al atrapar al culpable —no cabía ni la menor duda de que Chase era el asesino, dadas las pruebas que llevaba encima y las descripciones en las que encajaba—. 

Todo el mundo estaba agradecido al FBI y apreciaba la ayuda del perfil elaborado. Algunos incluso dirían más tarde que lo que atrapó al asesino fue el perfil. Eso, por supuesto, no era verdad. Nunca es verdad. Los perfiles no atrapan a los asesinos; quienes los atrapan son los policías que trabajan al pie de cañón, muchas veces a fuerza de perseverar tenazmente, con la ayuda de ciudadanos normales y corrientes y, desde luego, con un poco de suerte. Mi perfil fue una herramienta de investigación que en este caso ayudó a restringir mucho la búsqueda de un asesino peligroso. ¿Que si mi trabajo ayudó a atrapar a Chase? Desde luego, y estoy muy orgulloso de ello. Pero ¿lo atrapé yo mismo? No.

El hecho de que Chase encajara como un guante en el perfil que yo había elaborado con Russ Vorpagel fue gratificante por dos motivos. Primero, porque ayudó a detener a un asesino violento que, sin lugar a dudas, habría seguido matando.

Segundo, porque cuando el asesino encajó en el perfil, aquello nos proporcionó a los de UCC más información sobre el modo de evaluar futuras escenas de crimen e identificar las señales características que los asesinos dejan tras de sí; resumiendo, nos ayudó a seguir refinando el arte (y sí, quiero decir arte, porque no se podía calificar de ciencia todavía) de elaborar perfiles.

En los días y meses siguientes a la detención de Chase,seguí muy de cerca toda la información que iba saliendo sobre este extraño hombre. Casi en seguida fue conectado con un asesinato no resuelto que había ocurrido en diciembre, no muy lejos de donde tuvieron lugar los otros dos crímenes. 

Análisis

Resultó que me había equivocado respecto a Terry Wallin: no era la primera víctima, sino la segunda. El 28 de diciembre de 1977, el señor Ambrose Griffin y su mujer habían vuelto a casa del supermercado y estaban trasladando las compras del coche al interior de su casa. Chase pasó en su furgoneta y efectuó dos disparos, uno de los cuales alcanzó a Griffin en el pecho, matándolo. Las pruebas balísticas realizadas del revólver del 22 de Chase después de los dos asesinatos mostraron que la bala que mató a Griffin provenía de ese mismo revólver.Chase también se ajustaba a la descripción del agresor desconocido que cometió algunos robos fetichistas en la zona anteriormente y fue también señalado como el probable secuestrador de gran número de perros y gatos. En su casa se encontraron varios collares y correas de perros que correspondían a los animales desaparecidos en el área. 

Chase probablemente sacrifico esos perros y gatos para sus extraños fines; puede que incluso bebiera su sangre, aunque nunca pudimos constatarlo con seguridad.

Diversas búsquedas por ordenador revelaron que, a mediados de 1977, tuvo lugar un incidente en la zona del Lago Tahoe,cuando un policía indio de una reserva interceptó y detuvo a un hombre con la ropa ensangrentada y en cuyo coche había armas de fuego y un cubo con sangre; era Chase. En aquella ocasión se libró porque la sangre era bovina. Pagó una multa y justificó la presencia de la sangre en su ropa diciendo que había estado cazando conejos.


A medida que los periodistas y el equipo jurídico iban entrevistando a personas que lo habían conocido y conforme iban descubriendo informes sobre Chase, toda su penosa historia salió a la luz. 

La historia de un asesino 

Chase en su juventud 

Chase nació en 1950 en una familia de ingresos medios y fue considerado como un hijo dulce y cooperador.

A los ocho años se meaba en la cama, pero no lo hizo por mucho tiempo. Al parecer, sus problemas comenzaron de verdad cuando tenía unos doce años, cuando sus padres empezaron a pelearse en casa. Su madre acusaba a su padre de serle infiel, de envenenarla y de consumir drogas. Cuando se entrevistó al padre, dijo que su hijo debió de haber escuchado aquellas acusaciones y discusiones. Más tarde, un equipo de psicólogos y psiquiatras entrevistó a la familia y calificaron a la Sra.Chase como la madre clásica de un esquizofrénico, «altamente agresiva... hostil... provocadora». Las discusiones entre los dos continuaron durante casi diez años y al final se divorciaron y el padre volvió a casarse.

Chase tenía un CI casi normal alrededor de 95 y era,simplemente, un estudiante del montón en la escuela secundaria, allá a mediados de los años 60. Tuvo novias pero las relaciones siempre se rompían cuando llegaban al punto en que él intentaba practicar el sexo y no lograba mantener una erección.

No tuvo amigos íntimos ni relaciones duraderas con nadie más que con su familia. Los psiquiatras y psicólogos que le examinaron más tarde opinaron que su deterioro mental empezó a fraguarse en el segundo curso de secundaria, cuando se volvió «rebelde y retador, carecía de ambición y su cuarto siempre estaba desordenado. Fumaba marihuana y bebía mucho». Una de sus antiguas amigas íntimas dijo que empezó a frecuentar a la gente que tomaba LSD. Fue detenido en 1965 por posesión de marihuana y condenado a realizar labores de limpieza en la comunidad.

 

Hogar de Chas

Cuando esta información se publicó, los periodistas y muchas otras personas interpretaron que Chase había cometido sus asesinatos bajo la influencia de las drogas. Yo no estaba de acuerdo. Aunque las drogas pudieron haber influido en el desarrollo de la grave enfermedad mental que Chase padecía, no jugaron, realmente, ningún papel en los asesinatos. 

De hecho,nuestras investigaciones han demostrado que, aunque las drogas están presentes en muchos casos de asesinato en serie, raramente son un factor precipitante; las auténticas causas son más profundas y complejas.Pese a su deterioro, Chase logró terminar los estudios secundarios y tuvo un empleo durante varios meses en 1969;fue el único trabajo en el que duró más de un par de días.

Empezó una carrera universitaria, pero no pudo con el ritmo de trabajo o —según recordaron sus amigos— la presión social de la vida universitaria. En 1972 fue arrestado por conducir ebrio.

Aquello pareció causarle una gran impresión porque, como él mismo indicó, no volvió a beber más. Sin embargo, fue cuesta abajo. En 1973 lo detuvieron por llevar una pistola sin permiso de armas y resistirse a la detención. Fue a raíz de un incidente en un piso donde gente joven celebraba una fiesta y Chase intentó tocarle un pecho a una chica. Lo expulsaron de la fiesta y, cuando volvió, los chicos se le echaron encima y lo mantuvieron bajo control hasta que llegó la policía. Mientras lo tenían agarrado, una pistola del calibre 22 se cayó de su cinturón. Los cargos se redujeron a una falta, pagó una multa de 50 dólares y salió libre. Era incapaz de seguir en un puesto de trabajo e iba alternando entre la casa de su madre y la de su padre, quienes lo mantenían económicamente.

Un nuevo hogar para Chase

En 1976, tras intentar inyectarse sangre de conejo en las venas, fue enviado a un psiquiátrico. El juez designó a varios tutores que se encargaran de los asuntos de Chase, aliviando así a los padres de esa responsabilidad; la verdad es que ya para entonces era imposible que una sola persona cuidara de Chase.

La tutoría también es un modo de que el Estado se encargue del coste de cuidar de una persona mentalmente trastornada; cualquier familia excepto las más ricas entraría en bancarrota si tuviera que pagar las facturas sin ayuda. Algunas de las enfermeras del psiquiátrico dijeron más tarde que Chase «daba miedo». Cazaba pájaros entre los arbustos y les mordía la cabeza, y varias veces lo encontraron con la cara y la camisa ensangrentadas. 

En su diario describía cómo mataba animales pequeños y el sabor de la sangre. Dos auxiliares dejaron el trabajo por la presencia de Chase en el hospital. El personal empezó a referirse a él como «Drácula».

Todas estas acciones extrañas tenían una razón, por lo menos en la mente de Chase; creía que estaba siendo envenenado, que su propia sangre se estaba convirtiendo en polvo y que necesitaba sangre ajena para reponer la suya propia y evitar la muerte. Los médicos del centro ordenaron a un enfermero que pusiera a Chase en una habitación con otro paciente una noche.El enfermero se negó a hacerlo porque, si pasaba algo (lo cual era muy posible, según el enfermero), podía perder su licencia.

Con la medicación se logró controlar y estabilizar a Chase y, en un momento dado, uno de los psiquiatras quiso darle el alta y tratarlo como paciente externo, y así hacer sitio para pacientes de mayor gravedad. El enfermero recordó: «Cuando nos enteramos de que le iban a soltar, pusimos todos el grito en el cielo pero no sirvió de nada.» Un médico independiente al que se preguntó más tarde cómo fue posible que Chase fuera dado de alta,dijo que probablemente fue porque «su medicación lo tenía bajo control». (Los familiares de las víctimas demandaron más tarde a los psiquiatras que dejaron que Chase saliera del hospital, reclamando una considerable indemnización por daños.)

Chase salió en 1977 y quedó, la mayor parte del tiempo,bajo los cuidados de su madre, que le consiguió una casa, la misma en la que finalmente fue detenido. Pasaba algún tiempo con ella pero solía estar solo. Era paciente externo y vivía gracias a una pensión por discapacidad, alardeando con los que le conocían de que no necesitaba trabajar. 

Algunas de las facturas de la casa las pagaba su padre, quien también intentaba pasar tiempo junto a su hijo y le llevaba de excursión fines de semana y le compraba regalos. Los antiguos conocidos que se encontraban con él tras su salida del hospital dijeron que parecía vivir anclado en el pasado, que hablaba de sucesos que tuvieron lugar en la escuela secundaria como si fueran recientes y que no comentaba nada sobre los últimos ocho o diez años. 

De lo quesí hablaba era de platillos volantes, OVNIs y una mafia del partido nazi que, según él, había estado operando en su escuela secundaria y todavía le perseguía. Cuando su madre se quejó de que tenía la casa desordenada, le prohibió la entrada. 

Cuando su padre fue a rescatarle después del incidente cerca del Lago Tahoe, Chase dijo que los policías locales habían malinterpretado un simple accidente de caza.

Aquel incidente tuvo lugar en agosto de 1977. Desdeentonces hasta el descubrimiento de su primer asesinato, las acciones de Chase reflejan con tanta claridad su deterioro mental y la consecuente escalada de su conducta violenta que conviene analizarlas detenidamente. En septiembre, después de una discusión con su madre, Chase mató al gato de ésta. 

En octubre compró en dos ocasiones perros en la perrera por unos 15 dólares cada uno. El 20 de octubre robó gasolina para su furgoneta por valor de dos dólares; cuando un policía le interrogó al respecto se mantuvo tranquilo, negando la acusación, y el policía le dejó marchar. A mediados de noviembre, respondió a un anuncio en el periódico local que ofrecía cachorros de Labrador y regateó hasta conseguir llevarse dos por el precio de uno. 

Más tarde, en noviembre, robó un perro en la calle y cuando los propietarios pusieron un anuncio en el periódico preguntando si alguien lo había visto, los llamó para atormentarlos. 

 Chase fue a una armería y compró un revólver del 22. Tenía que rellenar un formulario con la pregunta de si alguna vez había estado en una institución mental y juró que no. Como había tiempo de espera, tuvo que aguardar hasta el 18 de diciembre para recoger el arma. Mientras tanto,hizo gestiones para renovar los papeles de su furgoneta y realizó algunas otras gestiones que requerían tener una mente coherente. Recortó artículos de periódicos sobre un estrangulador en Los Ángeles y señaló con un círculo anuncios de perros gratis.

 Su padre le llevó a una tienda para escoger un regalo de Navidad y Chase aceptó un anorak amarillo que no se quitó desde entonces.

Tras recoger el revólver en la tienda el 18 de diciembre y comprar varias cajas de munición, empezó a disparar. 

Primero,hizo un solo disparo contra un muro sin ventana de la casa de una familia apellidada Phares. Un día más tarde disparó una sola vez contra la ventana de la cocina de los Polenske, partiéndole el pelo a la Sra. Polenske, que estaba inclinada sobre el fregadero. Poco tiempo después, Chase efectuó dos disparos sobre Ambrose Griffin, uno de los cuales lo mató. La casa de los Griffin estaba en frente de la de los Phares. Los disparos contra la Sra. Polenske y Griffin no fueron aleatorios; análisis posteriores demostraron que, al disparar desde un vehículo en movimiento, era difícil no alcanzar los muchos árboles que rodean la casa de los Griffin y darle al alguien en el pecho. La Sra. Polenske tenía muchísima suerte de estar viva.

El 5 de enero de 1978, Chase compró un ejemplar del periódico Sacramento Bee en el que había un editorial de condena social sobre la muerte de Griffin; lo recortó y se lo guardó. El 10 de enero compró tres cajas más de munición. El 16 de enero prendió fuego a un garaje con el fin de expulsar del barrio a unas personas que le habían molestado poniendo la música alta.


Reconstrucción de los hechos

El 23 de enero, el día en que mató a Terry Wallin, la policía logró reconstruir todos los movimientos de Chase. 

Al inicio del día, intentó entrar en una casa del barrio pero en la ventana de la cocina se topó de cara con la mujer que vivía allí. Entonces, se sentó en el patio sin moverse durante algún tiempo. La mujer llamó a la policía pero Chase se fue antes de que llegaran.Pocos minutos después, un hombre sorprendió a Chase cuando éste había entrado ilegalmente en otra casa. Chase huyó, el hombre lo persiguió por la calle, lo perdió y volvió para evaluar los daños. Chase se había llevado algunos objetos de valor,había defecado en una cama de niño y orinado en algunas prendas en un cajón —estos últimos comportamientos son típicos de robos fetichistas. Una hora después, Chase estaba en el aparcamiento del centro comercial, donde se encontró con la mujer que le conocía de la escuela secundaria y que desconfió de él.



Chase llevaba la camisa manchada de sangre, tenía costras amarillas alrededor de la boca y era tan diferente de como la mujer le recordaba que se quedó pasmada. De hecho, no lo reconoció hasta que él le preguntó si ella estaba en la moto cuando su antiguo novio, un amigo de Chase, se mató en un accidente. Contestó que no y le preguntó quién era. Chase dijo su nombre y ella intentó distanciarse, aduciendo que tenía que ir al banco. Se quedó esperándola, la siguió a su coche e intento introducirse por el lado del pasajero; ella puso el seguro y salió disparada. Unos minutos más tarde, Chase cruzó el porche de una casa cercana al centro comercial y, cuando el propietario le gritó que no lo hiciera, contestó que sólo estaba tomando un atajo. 

Entonces, salió de la propiedad y entró en la casa de al lado, la de Terry Wallin.

A mediados de 1978, el cuerpo del niño desaparecido había sido encontrado, también cerca de la casa de Chase. Éste se había negado a contar mucho en la cárcel. El lugar previsto para el juicio se cambió de Sacramento a Palo Alto y hubo más retrasos. Durante el año siguiente, un psiquiatra logró ganarse la confianza de Chase y conversar con él. En una de sus charlas,obtuvo la siguiente confesión bastante extraordinaria, en respuesta a la pregunta de si Chase habría seguido matando.

Palabras de Chase:


La primera persona a la que maté fue por accidente. Mi coche estaba estropeado. Quería irme pero no tenía transmisión. Tenía que conseguir una casa. Mi madre no me quería acoger en Navidades. Antes siempre me acogía en Navidades,cenábamos y yo hablaba con ella, con mi abuela y con mi hermana. Aquel año no me dejó ir a su casa y disparé desde el coche y maté a alguien. La segunda vez, las personas habían ganado mucho dinero y tenía envidia. Me estaban vigilando y

disparé a una señora conseguí algo de sangre de aquello. Fui a otra casa, entré y había una familia entera ahí. Les disParé a todos. Alguien me vio allí. Vi a una muchacha. Ella había llamado a la policía y no habían podido localizarme. La novia de Curt Silva… el que se mató en un accidente de moto,lo mismo que un par de amigos míos y tuve la idea de que lo habían matado a través de la Mafia, que él estaba en la Mafia,vendiendo droga. Su novia recordaba lo de Curt; yo estaba intentando sacar información. Dijo que se había casado con otro y no quiso hablar conmigo. Toda la Mafia estaba ganado dinero haciendo que mi madre me envenenara. Sé quiénes son y creo que se puede sacar esto en un juicio si, como espero, logro recomponer las piezas del puzzle.

 

El juicio se inició a principios de 1979 y, el 6 de mayo de aquel año, Iris Yang, periodista del Sacramento Bee, describió a Chase: 

El acusado estaba totalmente apático. Sombrío, pelo marrón lacio, ojos apagados y hundidos, tez cetrina y delgadez extrema, no le sobra apenas carne en los huesos. Durante los últimos cuatro meses y medio, Richard Trenton Chase, a sólo unas semanas de su 29 cumpleaños, ha estado sentado encorvado, jugando con los papeles que tiene delante de él o con la mirada vacía puesta en las luces fluorescentes de la sala.


Sólo hubo juicio porque la fiscalía se empeñó en pedir la pena de muerte, basándose en una nueva ley estatal recientemente aprobada en California. La defensa quería que Chase fuera considerado mentalmente enfermo e incapaz de someterse a juicio, pero la fiscalía argumentó que Chase había tenido suficiente «astucia y conocimiento» en el momento de los crímenes para ser considerado responsable de sus actos y tener que responder por ellos. 

Le acusaron de seis asesinatos en primer grado: Terry Wallin, las tres personas en casa de los Miroth, el bebé muerto y Ambrose Griffin. El jurado sólo deliberó un par de horas y le declaró culpable de todos los asesinatos. El juez lo mandó al corredor de la muerte de San Quintín a la espera de su ejecución en la silla eléctrica.

 

Muerte


En la Navidad de 1980, lo encontraron muerto en su celda en Vacaville. Había estado ahorrando muchas pastillas antidepresivas de las que recibía para controlar sus alucinaciones y convertirlo en un preso manejable, y se las había tomado todas de una vez.


Algunos dijeron que era un suicidio; otros siguieron creyendo que había sido un accidente, que Richard Trenton Chase había ingerido todas las pastillas en un intento de acallar las voces que le habían impulsado a matar y que le atormentaron hasta el día de su muerte.





 Ressler,R,K. Shachtman,T. (2016).ASESINOS EN SERIE. Editorial Ariel; España.











domingo, 4 de octubre de 2020

Aspectos generales de la antropología forense

 El público ve la Antropología forense como disciplina moderna, y así es. Pero tienen una larga historia en el desarrollo de la obra de antropólogos físicos fascinados por las colecciones anatómicas de museos y universidades. Los antropólogos han insistido en ofrecernos sus observaciones acerca de las diferencias esqueléticas, remitiendo escritos al respecto a sociedades profesionales desde muchos decenios antes de que se considerara siquiera la aplicación legal de su saber. 

Las primeras muestras de lo que llamamos antropología forense pueden atribuirse a unos pocos juristas envueltos en complicadas batallas legales. Buscaron los conocimientos necesarios para ganar y se sirvieron de ellos en los procesos en que estaban inmersos. Poco a poco, en el curso de los últimos ciento cincuenta años,

los antropólogos han respondido con investigaciones selectivas, al tiempo que hacían acopio de datos sobre el funcionamiento de las leyes, el saber de otros científicos forenses y las condiciones del entorno de los tribunales. 


OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN ANTROPOLÓGICA

Son los mismos que los de la investigación médico-legal sobre una persona recientemente fallecida: identificación, determinación de la causa y forma de la muerte, estimación del momento del suceso y captación de toda evidencia física en apoyo de las conclusiones o que conduzca a una ulterior información.

El trabajo del antropólogo se superpone al del investigador criminal y al del médico forense. La elección del especialista la dicta el lugar y la naturaleza del material de examen:

• El antropólogo con adiestramiento osteológico (en general un antropólogo físico) maximiza la información extraída de los restos humanos esqueletizados.

• El antropólogo con adiestramiento arqueológico optimiza la recuperación de las pruebas enterradas en la escena del crimen.

Cuestiones básicas de la identificación personal

• ¿Son restos humanos? (frecuentemente no).

• ¿De un individuo o de varios?

• ¿Qué aspecto tenía la persona? (la descripción debe incluir sexo, edad, ra-

za, talla, físico y lateralidad funcional: diestra/zurda).

• ¿De quién se trata? ¿Hay rasgos esqueléticos o anomalías que puedan facilitar una identificación tentativa o positiva?

Los antropólogos forenses recogen asimismo toda la evidencia física que pueda ayudar a resolver las cuestiones relativas a las circunstancias de la muerte. Ésta es otra área en la que el adiestramiento antropológico de amplio espectro es muy útil, en particular en condiciones de cruce de culturas.


¿En qué se diferencia el trabajo de un antropólogo del de un patólogo o médico forense?.


Habitualmente, el médico forense es convocado para el examen de un cuerpo con su carne; el antropólogo se enfrenta a un esqueleto. El primero centra su atención en los datos que puede extraer de los tejidos blandos; el segundo atiende a los duros. Sin embargo, dado que la descomposición sigue un proceso continuo, el trabajo de ambos tiende a superponerse. Un médico forense puede ser útil cuando el esqueleto presenta tejidos momificados; el antropólogo, cuando la descomposición está muy avanzada o el trauma óseo es un elemento principal en la muerte. La simple identificación visual es prácticamente imposible en una investigación antropológica. La identificación personal requiere, por tanto, más tiempo y atención.

También varía el efecto legal. El médico forense está autorizado a realizar una autopsia y emitir un juicio sobre la causa y forma de la muerte. El antropólogo forense efectúa un análisis del esqueleto y opina al respecto pero no emite un juicio de valor legal en cuanto a la causa y forma de la muerte.



1. DETERMINACIÓN DE LA ESPECIE

La primera pregunta que nos planteamos al iniciar el estudio de unos restos es si son animales o humanos, responder a esta pregunta no suele plantear demasiados problemas si aparece el esqueleto completo y si tenemos un buen conocimiento de la anatomía humana, haciendo en este caso, un estudio de anatomía comparada.

Se puede plantear que los huesos que aparezcan sean escasos y, por ejemplo, se trate de los huesos de las manos o de los pies, en cuyo caso puede existir confusión con otra especie. En alguna ocasión ha ocurrido con los osos, que tienen una constitución Ósea de manos y pies muy parecida a la humana. Y por supuesto este problema, incluso en huesos largos, se puede agudizar si los restos  pertenecen a algún tipo de simio. Pero la posibilidad en nuestro medio de que se nos plantee este diagnóstico diferencial es remota. Reverte (1991) señala que, además de la anatomía comparada, existen ciertas características que pueden ser válidas para la diferenciación animal-humano:

Peso: El hueso animal pesa proporcionalmente mas que el hueso humano.

Densidad: El hueso animal es mas denso y compacto que el hueso humano, y el tejido esponjoso tiene trabéculas mas grandes, densas y compactas que el tejido trabecular esponjoso humano.



 Indice medular

Es un método que actualmente esta· superado por los métodos biológicos. Su calculo se establecía de la siguiente forma:

 

Indicé medular

Diámetro mínimo del conductor medular/ Diámetro mínimo de la diáfisis.

En el hombre el resultado es de 0,45. En los animales en cambio el indice esta por encima de 0,50. En el feto humano los valores están comprendidos entre 0,15-0,48.


 Sonido: Si se golpean suavemente entre sí dos huesos animales se produce un sonido casi metálico. Por el contrario si golpeamos suavemente un hueso humano contra otro, el sonido es mas apagado.

Puede ocurrir que el hallazgo sean pocos huesos y muy fragmentados por lo que nos sea difícil discernir si son de origen humano o animal. En este caso para su diferenciación se han usado:

a) Métodos histológicos. Estudiando la forma y el tamaño de los conductos de Havers.

b) Estudio inmunológico. Es un método muy fiable para determinar si el hueso es de origen humano o animal. Para ello se preparan 2 gramos de harina de hueso que se macera con suero fisiológico a 4 ºC durante 48 horas. Se filtra al cabo de ese tiempo y se pone en contacto con un suero 

anti proteínas humanas. Una reacción de floculación positiva o precipitación indica que se trata de un hueso humano.

Ultimamente, en algunos laboratorios, se extrae ADN del hueso y se compara con ADN humano o de otros animales, dando el diagnostico no solo de si se trata de hueso animal, sino a quÈ animal pertenece.


Anadón,B,M,J. Robledo,A,M,M. (2010). MANUAL DE CRIMINALÕSTICA Y CIENCIAS FORENSES. Tecnicas forenses aplicadas a la investigación criminal. Editoral TEBAR; Madrid.

Ramey,B,K. (2007) Antropología forense. Pearson Educación; Barcelona.

Patito,A,J.(2000).Medicinal legal. Argentina:Ediciones centro norte.










domingo, 20 de septiembre de 2020

¿Qué tan difícil será embalsamar a un emperador?


A pesar de su origen noble, Maximiliano no era el primogénito por lo que no albergaba muchas esperanzas de obtener el trono austro-húngaro. Sin embargo, aun así recibió una rigurosa educación militar. Además, fue capaz de aprender distintos idiomas como el francés, inglés, polaco e italiano –estos aunados a sus idiomas natales, el alemán y el húngaro.




Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena. Nació el 6 de julio de 1832 en el Palacio de Schönbrunn en Viena, Austria. Sus padres fueron el archiduque Francisco Carlos de Austria y Sofía de Baviera –aunque hay quienes le atribuyen la paternidad a Napoleón II.

Debido a su formación militar, Maximiliano se vio forzado a servir en la Armada. Mientras esto sucedía, en 1852, hizo una parada en Portugal donde conoció a la princesa Amalia. El matrimonio no se concretó debido a que Amalia murió de tuberculosis a principios de 1853. 

en 1854 fue nombrado comandante de la Marina de Guerra Imperial y Real de Austria-Hungría. Pasó el tiempo, y, 3 años después de que Amalia falleciera y gracias a intereses políticos, el rey belga Leopoldo I de Sajonia-Coburgo y Saalfeid, aceptó que su única hija, Carlota Amalia de Bélgica, se casara con Maximiliano.

Finalmente, Maximiliano recibió el cargo de virrey del Reino Lombardo-Véneto. Aun así, para el padre de Carlota no era suficiente.En 1859, después de que Austria perdiera el dominio de Lombardo, Maximiliano perdió su cargo. Pese a las críticas y habladurías, Maximiliano decidió dedicarse al cultivo de actividades humanísticas.

Sin embargo, la tranquilidad de Fernando fue interrumpida de pronto. Napoleón III había invadido a México en 1861 aprovechando que Estados Unidos atravesaba la Guerra de Secesión.

Después de pensar cuidadosamente y quizá influido por la presión de su suegro y de su esposa esto puede apreciarse en la obra Corona de sombra escrita por Rodolfo Usigli, Maximiliano finalmente aceptó la Corona entre 1863 y 1864. Fue así como inicio el Segundo Imperio Mexicano –el primero fue el de Agustín de Iturbide y a la vez el último.

De esta manera, el ya emperador de México, fue apoyado por la élite católica y conservadora mientras el sector popular y liberal estaba del lado de Juárez. Sin embargo, contrario a los intereses de los conservadores, Maximiliano comenzó a realizar una serie de políticas de carácter liberal.  Incluso empezó a promover la libertad de culto y a ratificar las Leyes de Reforma de Juárez.

Poco a poco, Maximiliano perdió el apoyo no solo de la élite mexicana sino del propio Napoleón. Tiempo después, en México estalló una guerra civil en contra del Imperio impuesto. Casi de inmediato, Carlota salió del país con el fin de pedir ayuda en Francia y Roma. No obstante, su objetivo se vio interrumpido por un ataque de locura. Debido a esto, fue recluida en Tervueren, Bélgica.Finalmente, El Segundo Imperio Mexicano cayó en 1867.

Fusilamiento 

El 19 de junio de 1867, el Archiduque Maximiliano de Habsburgo, fue fusilado en el Cerro de las Campanas, Querétaro, al lado de los Generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, lo que marcó el fin del Segundo Imperio Mexicano.



Este hecho derivó del conflicto entre imperialistas y republicanos; después de que Maximiliano se enemistara con los conservadores en México y de que Napoleón III retirara sus tropas del territorio del país.

A pesar de que el emperador austriaco pudo abandonar el país, tomó la decisión de quedarse y se dirigió a Querétaro con sus hombres leales para resguardarse de las tropas liberales, que lo siguieron y sitiaron por dos meses.

El General Mariano Escobedo, Comandante del Ejército del Norte, durante el sitio de la plaza, tomó por sorpresa el fuerte de la Cruz, último reducto conservador y persiguió al Emperador Maximiliano y sus Generales hasta el Cerro de las Campanas en donde logro su rendición. Maximiliano y sus Generales fueron hechos prisioneros y sometidos a un Consejo de Guerra efectuado en el Gran Teatro de Iturbide, donde fueron sentenciados a la pena de muerte, por la ley del 25 de enero de 1862, acción realizada el 19 de junio de 1867.

Su fusilamiento provocó controversia. La relevancia histórica de este acontecimiento es la culminación del Segundo Imperio Mexicano y el restablecimiento de la República, después de cinco años de ocupación francesa en territorio mexicano, logrando la restauración de la soberanía nacional y el triunfo mexicano frente a las tropas imperialistas, así como poner fin a la lucha interna causada por las discrepancias para establecer en el país un sistema definitivo.ias en el ámbito nacional e internacional. Muchas personas pidieron el indulto para los acusados, sin embargo, no tuvieron peso a favor durante el juicio, ya que la ejecución se convirtió en un acto simbólico a nivel mundial sobre el respeto a la soberanía y la afirmación del nacionalismo mexicano.

 ¿El altísimo Maximiliano  O el trágico?

El  cuerpo fue recogido a las siete de la mañana con cinco minutos del 19 de junio de 1867. Lo envolvieron en una sábana y lo depositaron en un ataúd corriente. Nadie había reparado hasta entonces en su estatura: sólo hasta que intentaron meterlo en el féretro se descubrió que el emperador era demasiado alto, que sus pies no cabían. Un ataúd de  madera de pino  que, por descuido, nadie tuvo la precaución de que fuera realizado a la medida del condenado. En una macabra escena que pocos pudieron observar, los pies del emperador salían por la parte delantera del cajón, evitando que fuera cerrado en su totalidad.

Por disposición directa del presidente Benito Juárez, la cual fue telegrafiada al general Mariano Escobedo por el ministro Sebastián Lerdo de Tejada la víspera de la ejecución de Maximiliano y sus generales, el cadáver del príncipe austriaco sería depositado, una vez realizada la ejecución, “en un lugar conveniente y seguro, bajo la estricta vigilancia de la autoridad”, para que ahí -“sin rehusarse la presencia de extranjeros”-, sólo médicos mexicanos realizaran el trabajo de embalsamamiento.

El mismo Maximiliano, el 16 de junio de 1867, tres días antes de su fusilamiento, haciendo gala de una enorme sangre fría, habría dictado a su secretario particular, José Luis Blasio, una dirigida a don Carlos Rubio, pidiendo le facilitara el dinero necesario para que su cadáver fuera embalsamado y conducido a Europa.

“Sr. Don Carlos Rubio:


Lleno de confianza me dirijo á Ud. Estando completamente desprovisto de dinero, para obtener la suma necesaria para la ejecución de mi última voluntad.
 

“Deseo que mi cadáver sea llevado á Europa cerca de la Emperatriz, confío ese cuidado a mi médico el doctor Basch. Ud. le entregará el dinero que necesite para el embalsamamiento y transporte, así como para el regreso de mis servidores á Europa. La liquidación de este préstamo se hará por mis parientes, por la intervención de las casas europeas que Ud. Designe, ó por pagarés enviados á México. El doctor antes citado hará con Ud. Estos arreglos.
“Doy á Ud. Las gracias más anticipadas por este favor que le deberé; envío á Ud. Mis saludos de despedida y deseándole felicidades, quedo suyo, Maximiliano”.

Temeroso de que no se acatara su última disposición, la víspera de su fusilamiento el emperador redactó una carta más, dirigida al general Mariano Escobedo.

“Señor General,
“Deseo, si es posible, mi cuerpo sea entregado al Sr. barón de Magnus y al Sr. doctor Basch, para que sea conducido á Europa, y el Sr. Magnus se encargará de embalsamarlo, conducirlo y demás cosas necesarias.
Maximiliano” .

Sin embargo, ni aún muerto, el descendiente de los Habsburgo pudo gozar de la paz de los sepulcros.

Esa misma mañana los restos fueron enviados al convento de Capuchinas de la ciudad de Querétaro. Los primeros metros del trayecto hacia el edificio anexo a la iglesia de Capuchinas, quedaron marcados por varias gotas de sangre derramada a través de tres gruesos agujeros realizados para este fin en la base del sarcófago.

En “Las calles de Querétaro” (1910), el escritor queretano Valentín F. Frías, simpatizante del Segundo Imperio, describe: “El día 21 (de junio) mi señora madre me llevó al lugar de la ejecución, y ya toda huella de sangre había desaparecido; porque como había tanta piedrecita, el vecindario se había llevado ya, como recuerdo, todas las que se empaparon con la sangre de aquellos valientes” .

El coronel Palacios señaló el cadáver y dijo: “He aquí la obra de Francia”. Colocado sobre una enorme mesa de madera negra (actualmente en posesión del Museo de historia de Querétaro), el cuerpo del emperador fue despojado de su vestimenta: levita y chaleco negros, camisa blanca, pantalón negro, ropa interior, calcetines y botas.

Maximiliano tenía cinco impactos de bala en el pecho y el abdomen. Tenía también un tiro de gracia en el corazón. Se lo había dado, de modo magistral según el periodista Ángel Pola, el futuro esbirro de Victoriano Huerta, apenas un sargento segundo entonces, Aureliano Blanquet. Al caer, Maximiliano se golpeó la frente contra el suelo. Su embalsamador, el doctor Vicente Licea, cubrió la herida con barniz.

Contrario a los deseos expresados por Maximiliano y a pesar de la palabra que el general Escobedo dio al difunto emperador, el gobierno republicano rehusó entregar el cadáver al Barón Magnus -ministro de Prusia- y al Dr. Samuel Basch. Y dispuso que tampoco sería el médico personal de Maximiliano quien se encargaría de su embalsamamiento, sino el ginecólogo Vicente Licea quien, asegurando tener los estudios suficientes en la materia, ocultó ante todos sus personales motivos por realizar este trabajo.

A Basch se le comunicó que podía asistir a la operación. Se le concede -así se le dice- ‘el privilegio’ de participar en la conservación perpetua del emperador.

Antes de iniciar los trabajos, el coronel Palacios se dirige a los presentes en tono burlón: “¡He aquí al obra de Francia, señores1”.

En sus memorias (“Recuerdos de México”), el doctor Basch detalla el estado en que se encontraba el cuerpo de Maximiliano: “Para nada se descompusieron sus facciones. La cabeza quedó ilesa y tenía el pecho atravesado por seis balas. De las seis heridas que le atravesaron el tronco, tres estaban en el vientre bajo y tres en el pecho, casi en la misma línea… …Los soldados hicieron fuego a muy corta distancia, de tal manera que en la autopsia no se halló ninguno de los seis proyectiles”.

Para acallar las diversas versiones que surgieron acerca de la supuesta agonía de Maximiliano, el médico imperial detalladamente escribió: “Las tres heridas del pecho eran mortales por esencia: la primera bala atravesó el corazón de derecha a izquierda; la segunda, al atravesar el ventrículo, hirió los vasos gruesos; la tercera, por fin, atravesó el pulmón derecho. La naturaleza de estas tres heridas induce, pues, a creer que al lucha del Emperador con la muerte hubo de ser brevísisma; y que aquellos movimientos de la mano, que una cruel fantasía interpretó como orden de repetir los tiros, no fueron sino movimientos meramente compulsivos, de aquellos que según las leyes fisiológicas, son consecuencia natural de toda muerte violenta”.

Durante la autopsia, al menor descuido del doctor Basch, el doctor Licea y sus asistentes realizarían los más crueles comentarios: “¡Qué voluptuosidad! –exclamaría uno de ellos- ¡lavarse las manos con sangre de un monarca!”. Durante los siete días que demandó el embalsamamiento, varias personas de sociedad acudieron a Capuchinas para poner en manos del médico albeantes pañuelos que deseaban humedecer en la sangre del archiduque. El coronel Palacios, sin respeto a la muerte, frente a una cubeta llena con las víceras reales, se burlaría: “¡Deberían dársela a los perros”.



Horas del proceso de embalsamiento

Furtivamente y a cambio de unas pocas monedas de oro, durante los ocho días que se realizó el pésimo trabajo de conservación del cuerpo de Maximiliano, tanto el doctor Licea como los guardias permitieron el acceso morboso a decenas de damas y caballeros queretanos deseosos de observar, a detalle, “el divino cadáver de un monarca europeo”.

 La princesa Salm Salm, que se había arrodillado ante Juárez para suplicar por la vida del príncipe, visitó al presidente una noche y le dijo que el médico que había embalsamado el cadáver acababa de presentarse en su casa, con un paquete bajo el brazo, para proponerle la venta de los vestidos que el emperador portaba el día de su fusilamiento.

A saber: una banda de seda empapada de sangre, un pantalón negro con los agujeros de las balas que atravesaron el vientre, una camiseta blanca con los tiros que perforaron el pecho, un par de calcetines, una corbata, pelo de la barba y la cabeza, la sábana (lavada) que había envuelto el cadáver, la bala de plomo que desgarró el corazón y una mascarilla de yeso que el propio Licea había mandado a hacer.

El médico le dijo a la princesa que entre los aristócratas de Querétaro “habría podido realizar aquellos objetos en 30 mil pesos”, aunque ahora se conformaría con entregarlos por sólo 15 mil. La princesa contestó: “Conozco a alguna persona que daría probablemente ese precio. Creo conveniente que haga usted una lista de los objetos para poder mostrar el papel”. Licea hizo la lista y la firmó. Con ésa selló también su fatalidad.

Los médicos cortaron tres cuartas partes de la larga barba y parte de la rubia cabellera del austriaco para venderlas a razón de ochenta dólares el mechón. Cantidad mínima a los 15 mil pesos que pagó la princesa Salm Salm al doctor Licea por una mascarilla del muerto.

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La ropa ensangrentada, antes de ser entregada al doctor Basch para ser enviada a Europa, le fue prestada al fotógrafo francés Francois Aubert (1829-1906) para llevársela a su estudio y retratarla sobre un perchero. Meses después, las fotografías se venderían por toda la ciudad en forma de postales y hasta juegos de baraja.

Benito Juárez se indignó ante el “vil tráfico” que el médico deseaba hacer con los despojos imperiales y aconsejó a la princesa interponer una demanda en los tribunales. Agnes Salm Salm obedeció. Licea fue detenido y pasó dos años en prisión. El tribunal ordenó que las prendas fueran entregadas a la princesa (era la única persona que las había reclamado), pero ésta había huido del país antes de que se dictara el fallo.

Según un documento que el investigador Ramón del Llano Ibáñez dio a conocer en el libro Miradas de los últimos días de Maximiliano de Habsburgo en la afamada y levítica ciudad de Querétaro durante el sitio de las fuerzas del Imperio en el año de 1867 (Miguel Ángel Porrúa, 2009), el tribunal absolvió a Licea, arguyendo que éste sólo había recogido unas ropas abandonadas y no había cometido crimen alguno: para el juez, después de momificar el cadáver sin recibir ningún pago por sus servicios, Licea se había visto en la necesidad de ofrecer las prendas “por una compasión demasiado mal comprendida hacia aquel andrajo de carne humana que pudo alguna vez llamarse emperador de México”.

¿A dónde habrán ido a parar esas reliquias?

En el tortuoso camino a la capital, el carro que trasladaba los restos del emperador volcó en un arroyo. El embalsamamiento practicado por Licea era tan imperfecto que la momia, además de mojada, llegó a la ciudad de México un poco negra, convertida en un soberano desastre.

El gobierno de Juárez supuso que la Casa Imperial de Austria iba a reclamar el cuerpo, y que éste “tendría que hacer dilatado camino atravesando mares”. Así que ordenó un nuevo embalsamamiento —que ejecutaron los médicos Agustín Andrade, Rafael Ramiro Montaño y Felipe Buenrostro.

La operación fue practicada en la pequeña iglesia del hospital de San Andrés. Ese hospital, fundado en 1779 durante una de las peores epidemias de viruela que hubo en la Nueva España, se hallaba en el mismo terreno en donde hoy se alza el espléndido Museo Nacional de Arte (Tacuba 8). Los religiosos de San Andrés recibieron la orden de desalojar los ornamentos de la iglesia —“el Santísimo, los vasos sagrados y demás paramentos”— en cuanto el cadáver fuera recibido. El pequeño templo quedó convertido en un salón de operaciones quirúrgicas.

El cronista José María Marroqui cuenta que los doctores Andrade, Montaño y Buenrostro, a fin de que los líquidos que aún contenía el cuerpo escurriesen bien, determinaron suspenderlo, “y así lo tuvieron por unos días”. De acuerdo con un testigo, en los primeros días de octubre de 1867 se avisó a Benito Juárez que el embalsamamiento se había consumado. Esa misma noche, en punto de las 12, un carruaje negro se detuvo frente al portón de madera del templo. Acompañado por su ministro Sebastián Lerdo de Tejada, Juárez se presentaba “de incógnito”: al penetrar en el pequeño templo se descubrió la cabeza y enlazó las manos tras la espalda; observó detenidamente a Maximiliano, “sin que le notara dolor ni gozo”, y luego midió el cadáver con la  mano derecha.

—Era alto este hombre, pero no tenía buen cuerpo; tenía las piernas muy largas y desproporcionadas dijo.

Un instante después, agregó:

—No tenía talento, porque aunque la frente parece espaciosa, es por la calvicie.

El cadáver de Maximiliano salió de México en la fragata de guerra Novara: la misma que años antes había traído a nuestras playas al emperador.

Marroqui ofrece un relato extraordinario de lo que vino después. Desde que el templo de San Andrés volvió a abrirse al culto se llenó de personajes adictos al Segundo Imperio. “Daban a sus reuniones un aire tumultuario y significativo” —escribe Marroqui—; formaban grupos en la puerta y salpicaban sus conversaciones “con palabras que intencionalmente lastimaban a los transeúntes, cuando eran de ideas distintas”. En esos grupos se afirmaba que habían colgado a Maximiliano para vilipendiarlo, “y pues que no les había sido posible colgarle en vida, lo hicieron después de muerto”. El templo empezó a ser conocido como la Capilla del Mártir. El gobernador Juan José Baz estaba al tanto de aquellas reuniones, aunque sólo se dedicaba a observar.

¿ Y los ojos del emperador?

Los ojos de Maximiliano misteriosamente desaparecieron. Y para llenar las órbitas vacías, se le reemplazaron con los ojos de vidrio que, según detalló el doctor Licea en sus memorias, fueron traídos de la ciudad de México. Sin embargo, hasta la fecha persiste la creencia popular de que los ojos de cristal que se le colocaron al cadáver del emperador le fueron extraídos a una imagen de Santa Úrsula, que actualmente se encuentra expuesta en uno de los descansos del primer piso del Museo de Historia de Querétaro.

Nadie supo jamás qué fue lo que verdaderamente ocurrió con los ojos de Maximiliano. Pero cuenta la leyenda -una de tantas que surgieron a raíz del fusilamiento del espurio emperador- que una mujer, enamorada de la intensa mirada de los Habsburgo, pagó ‘precio de oro’ a los embalsamadores a cambio de los dos ojos que, se decía, conservaba en formol en un lugar muy escondido de casa.



El 18 de junio de 1868, al cumplirse el primer aniversario del fusilamiento en el Cerro de las Campanas de Miguel Miramón, Tomás Mejía y Maximiliano de Habsburgo, los nostálgicos del imperio celebraron una misa en San Andrés. El jesuita Mario Cavalieri dirigió un sermón que se excedió, cuenta Marroqui, no en elogios a los difuntos, sino en acriminaciones al gobierno juarista. Los asistentes a la misa abandonaron el templo “entre sollozos y lágrimas, vomitando improperios”.

Baz impuso al presidente Juárez de los acontecimientos. Al enterarse del contenido del sermón y de la reacción del público, don Benito se acercó al gobernador y le preguntó en voz baja:

—¿No conoce usted a un señor Baz que puede tirar esa capilla?

Baz contestó:

—Sí le conozco, yo se lo diré, y él la tirará.

La noche del 28 del mismo mes la iglesia de San Andrés fue quemada. Marroqui, a quien el mismo gobernador confió la versión (“Puedo responder de la verdad de todo lo referido… me consta por la íntima amistad que me unió con el Sr. Baz”, escribió), sostiene que el funcionario irrumpió en el templo acompañado de un grupo de albañiles, mandó hacer un corte circular en la base de cúpula, metió cuñas de madera empapadas en aguarrás y les prendió fuego. “Todas ardieron a un tiempo, y a un tiempo cedieron todas, desplomándose con gran estrépito”, escribió el cronista.

Pocas veces se puede fechar el nacimiento de una calle con tanta exactitud. A las seis de la mañana del 29 de junio de 1868 el templo de San Andrés se había ido para siempre y en la ciudad se abría el espacio de su calle más reciente. La bautizaron con el nombre de “un héroe egregio”, Felipe Santiago Xicoténcatl, teniente del Batallón de San Blas que en 1847 defendió Chapultepec, y cayó en la falda de dicho cerro.

En 1931, en una casona levantada en el número 9 de esa calle, comenzó a sesionar la Cámara de Senadores que permaneció ahí durante 80 años.

La ciudad nos cuenta historias que a veces no somos capaces de escuchar. En la calle Xicoténcatl, un espacio que media entre el antiguo Senado y el Museo Nacional de Arte, se levanta, desde hace casi medio siglo, una estatua dedicada a Sebastián Lerdo de Tejada: es el recuerdo de la noche de 1868 en que un carruaje se detuvo, y el destino de un templo se decidió.

FRAGMENTO DEL CAPÍTULO I DEL LIBRO "QUERÉTARO INÉDITO" (VOLUMEN I), DE DAVID ESTRADA. ( recuperado de: http://www.davidestrada.org/index.php/queretaro-inedito/18-queretaro-inedito/274-maximiliano-las-penurias-de-un-cadaver ).

Secretaria de la Defensa Nacional (2019) 19 de junio de 1867, fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y los Generales Miramón y Mejía.  (recuperado de https://www.gob.mx/sedena/documentos/19-de-junio-de-1867-fusilamiento-de-maximiliano-de-habsburgo-y-los-generales-miramon-y-mejia).

Hernandez,B. ¿Cuanto tiempo se requiere para embalsamar a un emperador? El reino de todos los Días (recuperado de https://reinodetodoslosdias.wordpress.com/tag/tecnicas-de-embalsamamiento-en-el-siglo-xix/ ).

Mauleón,H. (2015) El embalsamiento de Maximiliano ( recuperado de https://www.nexos.com.mx/?p=26107 ).