miércoles, 2 de septiembre de 2020

El grito ¿Figura momificada de Chachapoya?


Nombre: Edvard Munch

Año de nacimiento: 1863, Hedmark, Noruega.

Año de muerte: 1944, Oslo,Noruega

Pintor excéntrico e innovador de origen noruego. Durante su carrera persiguió plasmar las caras de la psicología humana, representando "el alma" en sus propias palabra

Se considera como uno de los grandes del expresionismo y precursor del modernismo. A pesar de que sus trabajos no demuestran una pericia técnica despampanante, se desenvuelve como pez en el agua con el simbolismo y lo conceptual.

La estilización de la figura, la prolongación de las líneas y, en ocasiones, el intenso dramatismo y la intensidad cromática, hicieron del estilo pictórico del noruego Edvard Munch uno de los modelos estéticos del expresionismo de las primeras décadas del siglo XX.

Edvard Munch nació en Løten, Noruega. En su infancia sufrió la pérdida de familiares cercanos a causa de la tuberculosis y vivió atemorizado por un padre muy estricto y religioso. Inició la carrera de ingeniería, pero abandonó para empezar una carrera artística que bebía del simbolismo de Gauguin.


Con el espectro de la muerte, que llenó su niñez, lo acompañaría durante toda su vida, convirtiéndose en uno de los temas recurrentes en sus obras. En 1885 llevó a cabo el primero de sus numerosos viajes a París, donde conoció los movimientos pictóricos más avanzados y se sintió especialmente atraído por el arte de Paul Gauguin y Henri de Toulouse-Lautrec. No tardó en crear un estilo sumamente personal, basado en acentuar la fuerza expresiva de la línea, reducir las formas a su expresión más esquemática y hacer un uso simbólico, no naturalista, del color, y de ahí su clasificación como pintor simbolista.

De 1892 a 1908 vivió en Alemania, sobre todo en Berlín, aunque hizo frecuentes viajes a Noruega y París. En Berlín presentó en 1892 una exposición que tuvo que ser retirada por el escándalo que suscitó y que dio pie a la creación de la Secesión Berlinesa. En Noruega contó pronto entre sus amistades con importantes personalidades políticas y literarias y tuvo particular afinidad con el realismo social del dramaturgo Henrik Ibsen, para quien realizó los escenarios y el vestuario de la obra Peer Gynt en 1896.

En 1908 Edvard Munch, después de una tormentosa relación sentimental y víctima del alcohol, sufrió una grave enfermedad nerviosa, por lo que tuvo que ser recluido en el psiquiátrico del doctor Jacobsen, en Copenhague, del que salió completamente restablecido. En 1908 volvió definitivamente a Noruega, donde recibió algunos encargos oficiales (pinturas del paraninfo de la Universidad de Oslo) y pasó sus últimos años en soledad. Munch legó a la ciudad de Oslo todas las obras que conservó hasta su muerte, acaecida en 1944.


Edvard Munch, pintor de la angustia, del miedo, de la enfermedad, de la muerte… Y precisamente por ello fue precursor del Expresionismo alemán, al que tanto le gustaban estas temáticas sórdidas.

En cierto sentido, para Munch eso representaba belleza, ya que «del mismo modo que Leonardo da Vinci había estudiado la anatomía humana y diseccionado cuerpos, yo intento diseccionar almas»

De alguna forma, retrató a la perfección al hombre moderno y su sufrimiento existencial, tan ligado al sexo como a la muerte y que se tradujo en los temas que trató en su pintura: la soledad y la angustia.


Su estilo, muy personal y expresivo, nada naturalista, llamó la atención. Paralelamente vivió una existencia marcada por la soledad,la depresión y el alcoholismo que paradójicamente contribuyó a su creatividad. Aún así llegó a ingresar en un sanatorio y murió completamente solo, aunque reconocido artísticamente como el mejor pintor noruego.

Dejó más de 1000 cuadros, 15 400 grabados y más de 4500 dibujos y acuarelas. Sonado fue el robo de su obra maestra «El grito» en 1994, recuperada ocho semanas más tarde. Diez años después sería otra vez sustraído y recuperado de nuevo dos años después.


Edvard Munch: El grito. 1893. Óleo y pastel sobre cartón. 91 x 73,5 cm. Galería Nacional de Oslo, Noruega.



 Significativamente, una de sus más celebradas,publicadas imágenes sobrelleva elí título"Skrig" (noruego), traducible como "Grito". ("Sólo esta palabra connota el interminable,penoso, discordante y violento paroxismo emocional y humano que Munch proyectó en el paisaje de los fiordos, explicó Reinhold Heller en 1973).


Algunos pensadores sostienen que el sonido de la palabra utilizada para denominar a una emoción reproduce la sensación original que dicha emoción provocó en el primer hombre que la experimentó sensación que entonces él mismo quiso dejar atrapada en la onomatopeya y en la mímica gestual de su nombre.

La angustia, esa sensación de desazón interior mezcla de miedo e incertidumbre, que acontece en circunstancias que se viven como amenazantes, es un perfecto ejemplo de lo antes mencionado. Resulta interesante mencionar que la palabra española angustia, así como su sinónimo angina, derivan de la palabralatina angere, que significa estrechar, ahogar. 

La obra maestra pictórica “El grito” de Edvard Munch, constituye un perfecto ejemplo en este sentido. En ella un individuo desolado estrecha su rostro entre sus manos, clara metáfora de la angustia (angosto), lanzando un grito desgarrador. Dos siluetas humanas alejadas de él, así como la remota presencia de una iglesia y un hospital, dos clásicos refugios para la angustia, resaltan la soledad del momento. El hombre sufriente está a un paso del abismo (angustia) del cual sólo lo separa una delgada barandilla (los mecanismos de defensa del yo). 


Figura momificada de Chachapoya, Perú, siglos IX-XV. En exhibición en el Museo de l’Homme, París. Foto: Francois Guillot / AFP / Getty Images.


No sabemos a ciencia cierta si el modelo utilizado por Edvard Munch para su famoso lienzo El grito fue esta momia peruana depositada en el Musée de l’homme de Paris.

 Tampoco es probable que se inspirara en las cabezas decapitadas a cadáveres de indígenas machiguengas, que Charles Wiener echó en su día al saco como interesantes muestras de «especímenes antropológicos únicos en Europa de razas del alto Ucayali». Sabemos que momia y cabezas fueron a parar allí junto con otras 86 cajas de curiosidades etnográficas y antropológicas como bagaje y renta del viaje de unos dos años emprendido por Wiener por encargo del Ministerio de Instrucción Pública de la República francesa entre 1875 y 1877, en un gesto de arrogante filantropía y de prestigio científico en el que competía con las restantes potencias coloniales. 


Para cuando Wiener llegó, parte del trabajo de rastreo, levantamiento y recogida de ejemplares y objetos curiosos de las culturas del Perú y Bolivia estaba adelantado. Marinos, diplomáticos y coleccionistas actuaban por su cuenta.

 Entre ellos Frédéric Quesnel y Theodor Ber, residentes en Lima, que aportarían a la colecta ocho cajas con múltiples objetos que habían conseguido reunir, más por preciosos que por curiosos, con la inestimable colaboración de informadores y descuideros locales, entendiéndose no obstante de sus testimonios que a todo el mundo se le pagó su justiprecio. Wiener pudo redondear poco a poco esta apasionante empresa, calificada de misión científica por los europeos de entonces.

En los obligados intervalos entre las exploraciones arqueológicas, su genio incansable  se dio a las hazañas geográficas. Animado por el afán de fijar su altura, afirma haber hollado la cima del sagrado Illimani, monte que se suponía el más alto de Bolivia y de América. Entre sus acompañantes estaban el peruano José Ocampo, el ingeniero austriaco  Georg von Grumbkow y tres humildes nativos anónimos, que en un momento dado se niegan a seguir porque en esos lugares «existen dioses que guardan su santuario de hielo». No le faltaba pues información sobre la montaña, pero  no tuvo inconveniente en bautizarla, armado de bandera, como Pico de Paris. Si hasta ahí llegó, queda por señalar que tan sólo alcanzó para su desgracia una mera antecima. El gesto define el temperamento de este nativo austriaco y judío, convertido con el tiempo y las circunstancias en francés y católico para que nada impidiera su mayor gloria terrenal. 

A sus incursiones  aventureras incorporó el daguerrotipo como instrumento de caza de imágenes. Algunas son memorables y se incluyen, transformadas en ilustraciones, en su relato expedicionario Pérou et Bolivie. Récit de voyage. Ninguna de ellas se firma, pero hoy sabemos que las fotografías se vendían como trofeos gráficos a los aventureros de temporada por gentes residentes en el país. No parece que, pese a sus declaraciones, fueran en muchos casos obra suya, lo que unido a los numerosos errores comprobados acerca de la procedencia de muchas de las piezas coleccionadas, arroja una sombra de sospecha sobre su protagonismo y sobre la fiabilidad del resto del relato. 

En definitiva estuvo allí, y a su retorno presentó, con la pompa propia del publicista y  la encendida emoción del nuevo republicano, los hallazgos propios y los que tomó como propios, en una sesión mantenida en diciembre de 1877 en la Société de Géographie de Paris. Publicó la memoria de su viaje en 1880 en el volumen citado y a continuación emprendió por Sudamérica una brillante carrera diplomática a cuenta de la República. La monumental obra contiene numerosísimas observaciones y datos de valor controvertido e impreciso, y el legado incluye objetos que salieron como curiosidades y que hoy son ya ejemplares científicos y obras de arte residentes en Francia. Con ellas se montó para la Exposición Universal de 1878 un exhibición de antigüedades y de tipos americanos, de la que surgió posteriormente el Musée d'Ethnographie du Trocadéro. A este museo, que años más tarde se asentaría en el Palais de Chaillot,  es al que acudió como un visitante más el pintor Munch. Y es allí donde quedó sobrecogido por aquel agónico gesto, por aquel grito postrero del indígena.

 Todos podemos sentirnos identificados con su mensaje: el humano moderno en un momento de profunda angustia y desesperación existencial. 
Es un mensaje universal, que trasciende de sexos, razas y nacionalidades. Por ello “El grito” es considerado uno de los cuadros más importantes de la historia del arte.

Munch se inspiró en su propia vida atormentada, una tragedia sobre un padre severo, una madre muerta y unas hermanas enfermas, trastornos bipolares y depresión, alcohol y armas de fuego. El propio Munchnos cuenta de donde surgió la idea en su diario de 1892:

Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.


Esta impresión (o expresión) la acabó plasmando en este cuadro, que en principio iba a ser la figura de un hombre trajeado, pero tras una visita a París donde vio una momia peruana de rasgos andróginos, decidió cambiar al protagonista para universalizar aún más su mensaje existencialista.
Por supuesto, se ven también las influencias de la obra de Van Gogh que Munch pudo ver en París. Al ver la pintura del holandés, el noruego supo al fin como plasmar emociones profundas



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