En abril de 1989 el país estaba inmerso en el mayor proceso inflacionario de la historia. Los principales diarios argentinos hablaban de los precios de la canasta básica de alimentos y de los conflictos sociales. Pero hubo una noticia que, al menos por algunos días, fue tan comentada como la debacle económica. Era un misterio que, en principio, nadie podía resolver.
La tarde del jueves 13 de abril de 1989, la propietaria de la casa de la calle Melo al 3354, en Vicente López, escuchó sonar el timbre. Demoró en atender. Le costaba desprenderse de la pantalla del televisor donde parecía que la Argentina se desbarrancaba hacia el fondo de un abismo. Juan Carlos Pugliese, el ministro de Economía de Raúl Alfonsín, estaba anunciando una serie de medidas que parecían más un manotazo de ahogado que una solución para la crisis: control de precios, dólar libre y flotante, y aumentos del 14% para las tarifas de los servicios públicos y del 16% para los combustibles.
Cuando finalmente abrió la puerta se encontró con Irma Beatriz Girón, la joven de 22 años que desde unos pocos meses atrás le alquilaba el PH del fondo. La chica parecía preocupada.
-¿Me presta el teléfono? – le preguntó Irma y a continuación explicó- Es para llamar al médico. Está mi prima de visita y tiene fiebre…
-Pasá, querida, pasá – respondió la propietaria.
La chica hizo la llamada y se despidió. Segundos después, la mujer estaba nuevamente frente al televisor, prendida de las noticias.
Gloria Fernández DE 15 AÑOS se sentía mal, tenía un poco de fiebre. Por eso su prima Irma Beatriz Girón de 22 años llamó a un médico; El profesional le recetó unos antibióticos y se marchó. Gloria alcanzó a tomar dos comprimidos, según descubrirían los peritos.
No imaginó la propietaria de la casa que tres días después su propia casa, más precisamente el departamento ubicado al fondo del pasillo lateral, sería escenario de un caso policial que con el correr de las semanas se transformaría en un misterio desconcertante, casi imposible de resolver.
Tres días después el 16 de abril de 1989 la Comisaría Segunda de la Bonaerense, ubicada en Florida, recibió una llamada. Del otro lado del teléfono, un vecino preocupado denunciaba que un olor nauseabundo, como de un cuerpo en descomposición, salía del departamento del fondo de la casa de Melo al 3354.
Los policías, después de llamar insistentemente sin que nadie respondiera, abrieron la puerta con la llave que guardaba la propietaria. Pero retrocedieron asqueados: el olor concentrado en el departamento los repelió. Uno de ellos no pudo contenerse y vomitó en el pasillo.
El departamento, un PH en planta baja al final de un pasillo, era modesto: dos dormitorios, un living-comedor, un patio y una pequeña cocina. Nada llamaba demasiado la atención: unos pocos restos de comida, algunas pertenencias desordenadas y no mucho más. Pero una escena aterradora aguardaba a los investigadores en el baño.
El inicio de un caso sin resolver
-"Doctor, tiene que ver esto", dijo la voz del otro lado de la línea
El domingo 16 de abril de 1989 al mediodía, la llamada sorprendió a Raúl Casal en pleno almuerzo. Era Benítez, el comisario de la 2ª de Florida, que lo convocaba a una casa de la calle Melo 3354, en Vicente López. El juez en lo penal N°2 de San Isidro apuró la comida y salió; no sabía que estaba por embarcarse en un caso lleno de misterios , el más extraño de su carrera, que ocuparía durante semanas las páginas de policiales de los principales diarios argentinos.
En la vereda, decenas de vecinos cuchicheaban atraídos por el despliegue de uniformados, pero también porque presentían algo terrible, a juzgar por el olor nauseabundo que salía de la vivienda. "Póngase en la nariz este pañuelo con perfume, doctor, porque si no ni siquiera va a poder entrar", recomendó Benítez al juez.
La escena era propia de una película de terror: Dos cadáveres estaban en la bañera de la casa y en avanzado estado de descomposición. Había abundante fauna cadavérica y la primera data de muerte, de acuerdo al estado de los cuerpos, indicaba que habían pasado unos 20 días desde los decesos. Pero dos días antes no sólo las había visto el médico, sino que los vecinos se habían cruzado con las jóvenes.
Irma Beatriz Girón, de 22 años y Gloria Fernández, de 15, eran primas. Las identificaron enseguida porque sus familiares se habían acercado hasta el PH de la calle Melo, que la mayor alquilaba, alarmados por la falta de noticias de ambas: en la víspera las habían esperado, en vano, en el casamiento de la hermana de Gloria.
"He visto de todo en mis años de justicia penal, pero jamás algo como eso", recuerda Casal, tres décadas después. Enfrentados a uno y otro lado de la bañera llena de agua yacían los cuerpos de dos mujeres jóvenes en avanzado estado de descomposición, "a tal punto que casi no podían sacarse", cuenta Casal. Una estaba totalmente desnuda; la otra solo llevaba puesto un suéter oscuro.
La dueña del inmueble aseguró que su inquilina, Irma, habia tocado a su puerta para pedirle el telefono. Su prima se sentía mal y quería llamar a una ambulancia. En el hospital de Vicente López, desde donde salió la ambulancia que asistio a Gloria hacia pocos dias, Comentaron que acudieron sn mayor gravedad. Se supo que un doctor fue hasta la vivienda y le recetó un potente analgésico, poco después se marchó. También la primera autopsia arrojó más dudas que certezas: se desconocía las causales de muerte, no presentaban lesiones de ningún tipo. Y lo más enigmático: no había una explicación coherente por el avanzado estado de descomposición de los cadáveres.
No era ese el único cabo suelto. "Encontrarlas en esa posición, bañándose juntas, era raro, tomando en cuenta sus hábitos", afirma Casal. Era la primera vez que Gloria había ido a dormir a lo de Irma; iban a armar juntas los souvenirs de la boda a la que nunca llegaron. La puerta de entrada no había sido forzada y sobre el caso de "las primas de la bañera" la prensa más amarillista comenzó a tejer todo tipo de conjeturas: una relación lésbica secreta, un doble pacto suicida, un amante que las había matado sigilosamente y que había escapado del baño -y de la casa- sin dejar huellas.
A Irma apenas la conocían en el barrio, porque se había mudado hacía muy poco tiempo. Pero tenía un novio que la visitaba a menudo. "Cuando lo interrogué, le tomé una testimonial muy dura -rememora Casal-; no me cerraba que fueran novios hacía tanto tiempo y que él ni siquiera tuviera la llave del PH. El tipo estaba casado y con Girón tenían una especie de segundo hogar".
¿Alguien entro al departamento?
Diez días después, y tras una autopsia que no aportó datos reveladores, el juez volvió al departamento, que había sido clausurado. Se topó con algo macabro: la bañera, que había sido vaciada y limpiada al retirar los cuerpos, estaba llena de agua. Y otra vez contenía fauna cadavérica. ¿Había vuelto el asesino a la escena del crimen para jugarles una broma de mal gusto a los detectives?
"Nos impactó mucho; no era normal. 'Puede ser que el jabón no haya permitido el escurrimiento', dijeron los bomberos, pero la verdad es que nunca dieron una explicación concreta. No hay jabón que tape durante diez días un caño -opina Casal-. El caso era una novela capítulo a capítulo y había demasiadas cosas raras"
El juez, en una entrevista a un canal de televisión, comentó: "la bañera estaba hasta la mitad, de nuevo llena, con toda la fauna cadavérica reposando como si nada. Imagínese mi sorpresa".
"La Mamba negra"
Pese a que la investigación estaba en la órbita provincial, el juez Casal había recibido una información de un médico de Homicidios de la Policía Federal, de apellido Barrio Canal, que le aportaba un dato novelesco: existía una serpiente llamada Mamba Negra que tenía una toxina letal que aceleraba a seis horas el proceso de descomposición de los cuerpos.
Cuando las evidencias no abundan, los investigadores intentan buscar información en el entorno de las víctimas. Fue así que habían llegado a un hombre que trabajaba en una veterinaria en San Martín (que actualmente aún posee) y que había sido novio de Irma. Este hombre ya había declarado, comentando que la había visto 48 horas antes, sin notar nada extraño.
Las teorías sobre las muertes estaban a la altura de esas rarezas. Después del lesbianismo y del pacto suicida se sugirió que un "arco voltaico", producto de un desperfecto, había electrificado el agua. Luego surgió algo aún más descabellado: que las primas habían sido asesinadas mediante la inyección del veneno de una mamba negra, la mortífera serpiente africana.
La idea fue del forense Andrés Barriocanal. "Me dio un dato que no tenía: hubo en el mundo dos casos de asesinato por venganza en los que usaron mambas. Su picadura produce una inflamación en todo el cuerpo y la gente muere con esas hinchazones, como si hubiera estado sumergida en el agua durante una semana", explica el juez.
Así, terminó detenido e investigado el único veterinario que traía esa clase de ofidios al país. Los medios ya rumoreaban que se trataba de otro amante de Irma.
Los cuerpos fueron conservados por varios días en frío para poder realizar las autopsias. Los primeros peritos se apresuraron en descartar la muerte por inhalación de monóxido de carbono. También la primera autopsia arrojó más dudas que certezas: se desconocía las causales de muerte, no presentaban lesiones de ningún tipo; no fallecieron sofocadas ni por descarga eléctrica;no sufrian de ninguna enfermedad Y lo más enigmático: no había una explicación coherente por el avanzado estado de descomposición de los cadáveres.
La investigación se hizo más exhaustiva a medida que los días avanzaban: se investigó el entorno de las víctimas, se teorizó sobre la posibilidad de que ambas fueran lesbianas y que quizás esto fuera un pacto suicida, se pensó a cerca de un ritual macabro, se analizó si las víctimas tenían enemigos, si estaban vinculadas a las drogas y esto era un ajuste de cuentas. Pero nada lograba aclarar el panorama.
Así, terminó detenido e investigado el único veterinario que traía esa clase de ofidios al país. Los medios ya rumoreaban que se trataba de otro amante de Irma.ero los investigadores recordaron que en la veterinaria vendían mascotas y habían visto, en esa oportunidad, serpientes. En rigor, lo único que encontraron fueron dos culebras verdes que se comercializaban como mascotas exóticas. Pero, ¿por qué no tendría una Mamba Negra africana, a la que le pudo haber extraído la toxina para matar a las dos jóvenes por un conflicto pasional? Al juez le gustó la hipótesis y ordenó la captura del veterinario. Encima, cuando fueron a buscarlo no se encontraba, por lo que quedó prófugo.
La Mamba Negra vive en las colinas rocosas del sur y el este de África. Puede llegar a medir casi 4 metros y es considerada la serpiente más veloz del mundo. Su nombre no es por la piel, pues es de color verde oliva o gris, sino porque cuando está por atacar abre la boca, mostrando el negro azulado del interior.
Un mes y medio después de las muertes,Con los corazones desaparecidos, el juez Casal le requirió colaboración al forense más prestigioso de la Argentina, el doctor Osvaldo Raffo y Néstor de Tomas quien de inmediato fue a la casa, analizó la causa y pidió la exhumación de los cadáveres parahacer una nueva autopsia, la que llevó a cabo días después en La Plata.
"Según la 'leyenda', la policía colocó los corazones en dos frascos sin conservante y, dado el estado que tenían, los sacaron al patio, donde supuestamente se los comió un perro. Eso no consta en ningún lado, no puedo probarlo", explica hoy Torre. También se conjeturó que los órganos se habrían extraviado por impericia durante el traslado. Como fuera, la investigación fuera destinada al naufragio.
El resultado: intoxicación con monóxido de carbono.
Raffo, en diálogo con este periodista, recordó: "Al hacer la autopsia encontré que había carboxihemoglobina en ambos cuerpos", lo que es un claro indicador que ambas habían fallecido por inhalación de monóxido de carbono.
"La menor estaba totalmente desnuda porque seguramente se estaba haciendo baños de vapor, mientras que la otra joven vestía algunas ropas porque posiblemente fue a ayudar a su prima y también encontró la muerte", contó Raffo. Ese día, de acuerdo a la reconstrucción que pudo hacer, en el baño la temperatura alcanzaba los 33 grados, con alta concentración de humedad, lo que generó la acelerada descomposición de los cadáveres.
Por lo sencillos, los resultados -que no dejaban margen de duda- sorprendieron a todos: Irma y Gloria habian muerto intoxicadas con monoxido de carbono "acredita cientificamente por la presencia de carbohemoglobina en la medula osea.
Un triste accidente fatal se había transformado en un supuesto crimen irresoluble por una extraña cadena de negligencias: los policías que entraron al baño apagaron la estufa pero no registraron el hecho en su informe; los forenses que hicieron la primera autopsia no buscaron vestigios de monóxido de carbono, la causa más común de muerte dentro de baños sin ventilación y con estufas a gas en su interior.
¿Y la bañera que se llenaba por sí sola?
Una de las canillas perdía gota a gota y el caño de desagüe estaba tapado por restos cadavéricos que se habían desprendido de los cuerpos en descomposición.
Tras casi un año de giros inesperados, Casal aceptó la teoría del monóxido y finalmente dictó el sobreseimiento. "No daba para más y seguíamos dando vueltas sobre el mismo punto, demostrando falencias del sistema judicial. Raffo había sospechado desde el principio sobre la intoxicación", reconoce el juez.
Pero Casal, 30 años más tarde, aún se hace preguntas sobre lo que pasó con Irma y Gloria: "Algo en la escena no me cerraba y para mí todavía es una gran duda, una cuestión misteriosa, un enigma por resolver".
Acosta,R,F (2019). Dos muertes extrañas y una serpiente asesina: el caso de las primas de la bañera. La Nación (https://www.lanacion.com.ar/seguridad/dos-muertes-extranas-serpiente-asesina-caso-primas-nid2254058)
Kablan,P. (2012). La mamba negra y el misterio que termino en accidente. POPULAR (https://www.diariopopular.com.ar/la-mamba-negra-y-el-misterio-que-termino-accidente-n119163)
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